
Contar historias es uno de los actos fundacionales de la humanidad: se trata de hilar fenómenos visibles e invisibles, íntimos y comunes, humanos y sobrehumanos. Esas narraciones atendían a un acercamiento al Origen: surgían al hacernos preguntas acerca de la naturaleza, eran un intento por transmitir experiencias primigenias. En esa línea, a menor escala, es interesante pensar que la literatura escuchada o leídaa temprana edad establece las raíces de nuestra percepción de la vida.
Somos lo que nos cuentan y lo que contamos: relatos de alegría, dolor, miedo, amor, pérdida, asombro. Asimismo, las historias cambian de manera continua como cambian quienes las enuncian; estructurarlas de forma aleccionadora o con fines únicamente didácticos las vuelve poco atractivas, efímeras. Las búsquedas por compartir momentos vitales, e incomprensibles en muchas ocasiones, son las que trascienden.
En este número, Biblioteca de México explora las escrituras para o desde las infancias a partir de la multiplicidad, nacidas de la creación sin moralejas. Hemos hablado con una dramaturga, un poeta y una novelista para conocer sus procesos creativos. Hemos invitado a una profesional de la narración oral escénica a reflexionar sobre la oralidad y la memoria y a un joven autor a compartirnos sus ensoñaciones a través de la escritura lírica para la infancia. Recuperamos un diálogo entre una brillantísima poeta y un ilustrador de notable trayectoria sobre los vínculos creativos con la figura del editor y también hemos hurgado en los acervos de la Biblioteca Personal de Alí Chumacero y en la Biblioteca Vasconcelos las raíces del amor por la palabra. Hemos, pues, viajado al continente creativo de las infancias para aprender sus misteriosos idiomas.

Cada tanto tiempo se escucha una queja en torno de la crítica de obras literarias. Se dice a menudo que en México vivimos un periodo de decadencia en que la crítica no tiene espacios ni oficiantes. Sin entrar en el análisis de las causas de esta polémica, planteamos en este expediente de la revista Biblioteca de México un foro para que un grupo de voces de distintas generaciones e intereses intelectuales presenten sus lecturas sobre obras concretas. Así, tenemos un ensayo en torno de la perplejidad que guía el camino de la lectura de esa obra inacabable, La broma infinita, del escritor estadounidense David Foster Wallace. De igual modo, nos acercamos a un género con cada vez más escasa y difícil difusión: el cuento, a través de comentarios en torno de producciones debutantes de dos autores jóvenes de México: Olivia Teroba, de Tlaxcala, y Roberto Abad, de Morelos. Hemos convocado también la revisión de Por tierras extrañas, del narrador e investigador Jacobo Sefamí, una obra híbrida que explora con sensibilidad las raíces de los mexicanos descendientes de judíos sefardíes que emigraron de Turquía y Siria a México. Finalmente, el entrecruzamiento de la escritura y la imagen se halla en la adaptación a los formatos gráficos de una obra del poeta y novelista rumano Mircea Cartarescu gracias a la magia del ilustrador francés Edmond Baudoin. Es, así, esta la oportunidad de ver el ejercicio de la crítica desde el aquí y el ahora.