Banner del texto De la mesa a la memoria, un encuentro con la oralidad de Nayma Fernández Pérez con la colaboración de Ismael Martínez

Desde temprana edad escuché la historia del Huarache Veloz, una niña que vivía en la colonia Doctores de los años sesenta. Entre sus hazañas estaba el recorrer, ante la mirada perpleja de sus vecinos, todas las casillas del avioncito pintado en el patio del 90, la vecindad donde vivía, ¡en una sola ida y vuelta! El Huarache Veloz asistía a las competencias organizadas entre las niñas y niños que crecían junto a ella con un propósito muy específico, el premio: un Mundet rojo o una bolsa de fruta rebanada, los cuales siempre compartía tras invariablemente ganarlos. El Huarache Veloz disfrutaba jugar en los volantines, saltar el resorte y brincar la cuerda. Cuando yo, de niña, escuchaba estos relatos, podía imaginar a la pequeña corriendo a toda velocidad en medio del patio. Aún ahora ella salta en los charcos de mis recuerdos. Me resulta inevitable no retomar su historia al adentrarme a mi memoria lectora,1 pues la pequeña Huarache era mi madre.

Crecí con las historias contadas por mamá después de comer, durante ese breve e interminable momento al que llamamos sobremesa. Las historias brotaron de su boca y sembraron en mis oídos la imaginación. El filólogo colombiano Evelio Cabrejo Parra menciona que “durante nuestro viaje existencial tenemos interés de conservar una continuidad de memoria de lo que hemos sido a través del tiempo. Todo esto es posible gracias al lenguaje”.2

En este encuentro inicial con las historias existen dos elementos: el relato puro y el tiempo. Con el primero me refiero a lo que se recuerda y se cuenta con la finalidad de conservar nuestra huella en el tiempo, por ejemplo: la oralidad3 compartida por mi madre. Me ha llenado de emoción leer a María Teresa Andruetto mientras ella recuerda lo dicho por su amiga —“la historia es el pasado que se pone de pie”—4 y entender que ese pasado nos grita y sacude para hacerlo prevalecer en la memoria: lo que Andruetto describe como “los hechos que no conviene olvidar”.5

Indagar en los juegos de la infancia resulta una de las tantas llaves mágicas para caminar por la memoria colectiva, basta con decir ¿a qué jugabas cuando eras niño? para que ante nosotros se presenten las miradas que ahora son adultas.

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Cuentos a Domicilio: Nayma Fernández Pérez e Ismael Martínez.

En cuanto al tiempo, sostengo que es el elemento que prevalecerá a lo largo del encuentro con la narración oral y la mediación lectora, pues permite que dicha aproximación suceda. En la actualidad, el tiempo parece correr como el Conejo Blanco del País de las Maravillas; alcanzarlo entre tantos deberes parece imposible. Lo valioso ocurre cuando nos damos la oportunidad de encontrarlo y disfrutarlo; mamá lo halló después de comer: no es de extrañar que aún con los años cargados sobre mí continúe disfrutando la sobremesa.

Encontrar el tiempo para el encuentro con la oralidad es una invitación a realizar desde la primera infancia, pues los bebés tienen una sensibilidad particular hacia la musicalidad de la voz. Los arrullos, cantos y hasta las primeras lecturas constituyen la primera literatura que encontramos como seres humanos, son esos alimentos simbólicos iniciales a los que hace referencia Cabrejo Parra cuando dice: “antes se pensaba que la música, la poesía y la literatura eran actividades de adultos especializados, de músicos, poetas, escritores, hombres de letras; pero los bebés nos han hecho comprender que todos estos elementos culturales no son complementos, sino alimentos simbólicos necesarios para la construcción de la psiquis humana”.6

En la construcción de mi psiquis pude encontrarme con la narración oral escénica y la formación que conlleva compartir historias, o lo que en algunos casos he descrito como “llevar a ogros, brujas y dragones de aquí para allá”. En dicho tenor, la maestra Marilú Carrasco menciona que la narración oral artística “en sí misma representa un suceso cultural que conserva las características de la oralidad pero también está influenciada por la literatura y comparte algunos códigos de la representación teatral sin dejar de diferenciarse de ella”,7 a partir de lo cual me es posible decir que los relatos de mamá crecieron más allá de la oralidad con la que originalmente me fueron transmitidos. Cuando decidí escribirlos8 e integrarlos como parte de mi repertorio, me apropié de ellos para hacerlos trascender al mundo de la narración oral artística: latieron nuevamente junto con mis expresiones, movimientos corporales, matices de voz, y por supuesto se encontraron con nuevos oídos y miradas, mismas que son esenciales para el proceso de narrar historias, pues, de acuerdo con Francisco Garzón Céspedes, “los cuentos —y esto es muy importante— no se cuentan para los demás, se cuentan con los demás; es decir, se cuentan a partir de las resonancias que el cuento va encontrando en los ojos, en las sonrisas, en las expresiones de la gente”.9 Imagino que de no haber prestado atención a mamá mientras contaba sus relatos poco podría haber hecho ella para continuar… Afortunadamente, ahí estábamos juntas, dedicándonos tiempo y escucha aun con el ajetreo del día a día.

Así me gusta mirar el camino de la lectura y la mediación lectora: un sendero trazado por el tiempo que se ha decidido compartir (entre lectores o con el libro mismo), con la voluntad y libertad de leer nuestro entorno y la transformación que esto puede tener en nuestras vidas.


1Eva Janovitz Klapp, “Qué es leer con la primera infancia, el papel de la familia y los mediadores en bibliotecas, escuelas y lugares no convencionales”, Diplomado Internacional en Promoción de la Literatura Infantil y Juvenil, Oaxaca: Universidad La Salle/Fundación Alfredo Harp Helú, 23 de octubre de 2021.

2Evelio Cabrejo Parra, Lengua oral: destino individual y social de las niñas y niños (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2020), 18.

3“La oralidad es entonces una totalidad, un acto vivo construido en común donde interviene el emisor colocado en situación espectacular pero en absoluta interacción con sus oyentes. En él se genera una comunicación multidireccional e inmediata, presencial y efímera, puesto que solamente ocurre en el tiempo en que el emisor y los receptores interactúan, aunque perdure en la memoria colectiva.” María de Lourdes Carrasco Pérez, La narración oral. Una senda artística (Ciudad de México: Cuentos Grandes para Calcetines Pequeños, 2018), 26.

4María Teresa Andruetto, La lectura, otra revolución (Ciudad de México: Fondo de Cultura Económica, 2014), 67.

5Andruetto, La lectura, otra revolución, 68.

6Cabrejo, Lengua oral, 34.

7Carrasco, La narración oral, 27.

8“Con la invención de la escritura, la humanidad prolonga las posibilidades de la tradición de la lengua oral. El libro se convierte en la casa que contiene la aventura insondable de la capacidad de la creación de la psiquis humana. La escritura está ligada a una propiedad del lenguaje que permite al sujeto hablante dejar huellas de su actividad mental bajo forma de pensamiento contenido en sistemas de grafemas, ideogramas y pictogramas primitivos. Dicho pensamiento se pone en movimiento en el acto de la lectura, que al mismo tiempo alimenta la actividad psíquica del lector, creando así nuevas formas de pensar.” Cabrejo, Lengua oral, 21.

9Carrasco, La narración oral, 27.