Banner del texto Cuando la ciencia ficción nos alcance de Abisaí Jerez Prieto

Roberto Abad, Cuando las luces aparezcan, Guadalajara, Paraíso Perdido, 2020.

Tal vez la predicción sea la principal virtud de la ciencia ficción; este género se vuelve un vehículo para predecir el mañana o reflejar el presente, escondiéndolo entre cables eléctricos, organismos genéticamente modificados y hasta con extraterrestres. Un ejemplo de ello es Cuando las luces aparezcan, de Roberto Abad (Cuernavaca, 1988), libro de cuentos dividido en dos partes: Formas de abducción y Después del contacto. En la primera presenciamos una serie de secuestros llevada a cabo por seres de otros planetas teóricamente superiores a los humanos, seres que no nos explican el porqué de sus métodos, lo que podría interpretarse como un grupo de poder que mantiene alienada a la sociedad y succiona hasta la última gota de vida en lo que parece un estudio de precolonización. La segunda parte nos presenta una realidad en la que formas de vida inteligente, disímiles a la humana, cohabitan en la Tierra, suscitando resquemores de xenofobia, acelerando las modificaciones genéticas en humanos, mismas que han sido aceptadas sin importar las consecuencias y las implicaciones bioéticas, potenciando (¿potenciando?) el desarrollo humano. Narraciones que, por otro lado, nos recuerdan a las bebés chinas que fueron modificadas genéticamente con CRISPR-Cas9. Es así como, con las seis historias que componen el libro, Roberto Abad explota magistralmente el poder predictivo y hermenéutico de la ciencia ficción, creando una casa de los espejos donde la realidad se deforma en un intento de explicarse a sí misma.

“Historia sobre mi familia”, el relato que abre la colección, nos deja con más intrigas que respuestas y con una sensación de soledad amortiguada por el personaje principal, un joven con un aparente retraso mental, quien, para afrontar el regreso de su padre enfermo, se apoya de un amigo imaginario (el señor Maussan) y elabora una teoría sobre extraterrestres que abducen humanos. Hacia el final, irremediablemente nos volvemos testigos de un suceso sin explicaciones que nos coloca ante el desasosiego de lo extraño.

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Después, transitamos a una suerte de Dimensión desconocida en “El retrato”, donde el protagonista llamado Wilbur comienza a dudar de la verosimilitud de sus días al verse reflejado en una pintura que captura sus momentos de soledad, y a la cual intenta destruir inútilmente. El lector quedará atrapado también dentro de la historia y palpará las paredes tersas de una habitación circular, preguntándose si está bajo los efectos de un sedante en un psiquiátrico o en la sala de cirugías de una nave alienígena.

Con evocaciones a la película de culto El planeta salvaje y al episodio Más allá de Aquila, de la serie animada de ciencia ficción Love, Death + robots, en “Amatlán” Abad explora parte del folclor morelense, reinventando el poblado del cual se tomó el título del texto, para narrar la abducción de un médico rural recién llegado a esa región, donde una especie de niño feral lo hará despertar sus peores miedos. Uno llega a preguntarse qué sería preferible: saber qué y quién te está torturando o permanecer ignorante al dolor encostrado en el conocimiento.

“Los visitantes”, que abre la segunda parte del libro, cuenta la experiencia de unos amigos de la universidad, testigos de la llegada de las naves a su país y de una raza extraterrestre con la capacidad de metamorfosearse; uno de los personajes comienza una relación con una de las visitantes que arribó en las naves nodrizas, lo cual desata una serie de consecuencias que lo llevará al límite. El relato pone sobre la mesa el valor de la amistad, la traición y la perturbación del mundo por una aventura amorosa.

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Roberto Abad. Foto de Dolores Parral.

Continuamos con una historia que analiza la maternidad, “Hijo”, tema tratado ampliamente por Amparo Dávila y Rosario Castellanos, pero ahora tocado desde el punto de vista de la ciencia ficción. Un producto instalado en el vientre materno, modificado genéticamente para desarrollarse en menor tiempo, reduciendo el “suplicio” de cargar con un parásito por nueve meses, se convierte en un tipo de simbionte, no sólo físico sino psicológico, haciéndonos reflexionar fuertemente sobre el acto de procrear. Sí, a mujeres y hombres por igual.

Finalmente, el cuento que cierra el libro parece recién salido de una licuadora en la que vertieron un poco de The X files, unas pizcas de Blade Runner y otro tanto de Roberto Abad. “El último experimento” presenta una mezcla de noir, ciencia ficción y horror, donde damos de frente con una historia de clones creados con la finalidad de estudiar la adaptación de estos a sus respectivos ambientes, planteándonos al mismo tiempo tres diferentes ucronías para un mismo individuo, señaladas bajo el aforismo inscrito en el cuento: Todos estamos hechos de múltiples factores que afectan nuestra vida. El protagonista, un detective de una corporación policiaca gubernamental, se ve obligado a realizar varias acciones abyectas bajo el mando de un jefe de lo más peculiar, con el fin de poner a prueba a dichos clones; sin embargo, él forma parte esencial de algo más grande y secreto que ha extendido sus haustorios hasta invadir a la ley.

Cabe resaltar el manejo de la tensión a lo largo de los cuentos, con claros tintes de otros géneros, como el terror y el fantástico, acompañados por una gama de personajes perturbadores, que aumentan la incomodidad durante la lectura, pues página a página rogamos que se detenga el tormento a la vez que se continúa leyendo en un ciclo perverso. Cuando las luces parezcan, publicado por Paraíso Perdido a finales de 2020, en su colección Árbol Adentro, es notable por la diversidad de sus personajes bien construidos, con manías y miedos distintos, y logra una ciencia ficción a la mexicana, que será indefectible para nuestro 2021 y el futuro en lontananza.


Abisaí Jerez Prieto (Veracruz, 1994) es biólogo de formación por la Universidad Veracruzana. En la actualidad se encuentra finalizando la maestría en Ciencias Bioquímicas en el IBt de la UNAM y pertenece al taller de escritura creativa del Centro de Desarrollo Comunitario Los Chocolates.