Banner del texto 'Poner en escena la posibilidad' de Pierre Herrera

El autor de este texto y Sorteo Local, la puesta en escena que refiere, cuestionan la expresión “por amor al arte” en un país donde las propuestas artísticas se enfrentan de manera constante a la precariedad.

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Escribiré sobre la obra escénica Sorteo local, creada e interpretada por Valeria Lemus y Diego Cristian Saldaña. A la que asistí en su temporada Sorteo Zodiaco, en 2022.

Pero comenzaré hablando de un poema de Michel Houellebecq. Comienza: “Antes, existió el amor, o su posibilidad”; y termina con alguien tumbado en el piso, “escuchando su cuerpo, en plena consciencia”, preguntándose qué vendrá “justo después”.

Podríamos preguntarnos ¿qué viene tras el fin del amor?; aunque, más bien, ese justo después se refiere al fin del poema. Y el amor, en este caso, no es sólo el amor: es una idea de esperanza, de confort, de acompañamiento: cierta noción de futuro.

Reformulo: ¿Qué viene cuando, escuchando tu cuerpo, en plena consciencia de la soledad, se llega al límite del arte y se comienza a pensar en lo que vendrá?

Lo que quiero decir es que el poema de Houellebecq puede ser entendido como una bisagra: de un tiempo donde el amor existió —cierta idea del amor—, y ahora no. De un tiempo donde el cuerpo no aparece porque se priorizan las ideas y las ilusiones románticas, y otro de soledad, donde el presente es el cuerpo. De un tiempo habitable a uno a la intemperie.

Sorteo local trata sobre una desesperanza: el olvido al que relegó el Estado mexicano a quienes se dedican a las artes. Y narra, entre ese antes y este después, un milagroso equilibrio: todo lo que se debe hacer hoy para crear, para vivir y crear, para llegar a fin de mes imaginando y manteniendo prendido el deseo de crear. Todo lo que se hace bajo sobre las palabras: “por amor al arte”.

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Si antes hubo apoyos como el sorteo de lotería, que se hacía para apoyar a les creadores, y hoy esos recursos se reducen a becas mínimas, ofuscadas en su desaparición… ¿qué hacer? ¿Cómo seguir creando sin dejar el cuerpo en los trabajos con los que se puede tener un tiempo para crear?

La obra ensaya respuestas describiendo la historia de la Lotería Nacional, datos sobre la Fortuna, historias de suerte y precariedad que Diego y Valeria encarnan y ponen en escena. La obra, sin embargo, es un ritual para volver a tener presente a la Fortuna en nuestras vidas: antes del inicio se ha comprado un cachito de lotería y la hora de la obra se corresponde con la hora del sorteo. La obra se representa en paralelo a la representación de la Lotería Nacional; una escena al lado de otra. Dos planos que comparten a los mismos espectadores, que presencian en una pantalla el sorteo y frente a ellos, a dos personas convocar a la Fortuna para ganar la lotería…

Pero Fortuna nunca llega.

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Cuando fui a la obra me pregunté: ¿qué pasaría si ahí, en vivo, se ganaran la lotería? Por supuesto, la obra gira y se mueve alrededor del no.

No ganarán. Entonces, es necesario seguir trabajando. Después se descubre que aunque se ganara, el dinero dividido que tocaría no es tanto como para dejar de trabajar. Y el trabajo vuelve a hacerse inevitable.

Así, la obra se alza sobre dos negativas.

Y una certeza: hacer arte implica tanto trabajo como cualquier otro trabajo. Tantas negativas, tantas restas, sacrificios. Y redes de apoyo alrededor. Porque cuando parece que es el signo de la desesperanza el que se alzará sobre todas las personas que están en la obra —ese fin del camino, sin salida y sin sol, de la aparente soledad— ocurre el milagro de la obra: develar el propio equilibrio que tuvieron que hacer Valeria y Diego, y sus familias, y sus amistades y colegas, para que Sorteo local pueda ser posible.

Esta es una obra que desliza los elementos necesarios para que la reflexión se suscite en las costuras de la obra, no en los diálogos, sino en los tonos de voz, en los gestos que enuncian, en los cuerpos y en sus ojos. En las manos detrás de sus cuerpos y en sus cuerpos.

Es una obra del presente que, por lo tanto, usa la improvisación y las intervenciones del público para que la obra se vuelva un acontecimiento, una obra-presente. Un regalo, no de esperanza, sino de consciencia.

La fortuna, o su posibilidad, no existen más. Es necesario crear la posibilidad de seguir imaginando. Pero ahora, escuchando el cuerpo, en plena consciencia de las faltas, del deseo de crear y de la presencia de las personas alrededor, entonces sí, la obra termina preguntándonos: ¿qué vendrá ahora?

No qué nos depara el futuro, sino ¿qué haremos para crearlo?

Las fotos que ilustran este texto son cortesía de Alien Core.



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Pierre Herrera.

Pierre Herrera (Morelia, 1988). Artista textual. Ha publicado Exyugoslavia (Paraíso Perdido, 2021), Elizondo en China (2021), Fuego cruzado (2020), El Aleph para máquinas (2019), Pero quién es el soñador (2018), Objetos no identificados (2017) y Dafen: dientes falsos (2017). Ha participado en exposiciones colectivas con artefactos que buscan intersecciones precarias entre arte digital, archivo, dibujo especulativo y literatura periférica. Fue parte del programa de escritura de la Fundación para las Letras Mexicanas (2014-2016) y del Seminario de Producción Fotográfica del Centro de la Imagen (2017). Es editor de Broken English (www.brokenneglish.lol).