Recursos humanos
Hay subversión en la música de elevador
LITERATURA Y STREAMING
Por Antonio Ortuño   |    Agosto de 2024
“El cine muestra y la literatura sugiere”, comenta el novelista, les hace un guiño a sus lectores buscando cómplices y los encuentra, además, en cineastas y actores: ellos aplican recursos alternos, le hacen otra toma al gris oscuro de la vida oficinil, un acercamiento a las intimidades y rencores del personal. Oink y rat race. ¿Le hacía falta el cine a Ortuño para darse el gusto de mostrar una buena explosión?
Cuando decidimos abordar el tema de la relación entre la literatura y el cine en las plataformas de streaming, de inmediato pensamos en buscar a Antonio Ortuño para que nos hablara de la novela y la película Recursos humanos, en su calidad de autor y coguionista, respectivamente, porque nos interesaba su opinión como protagonista directo de estas manifestaciones artísticas fundamentales. Nos encontramos con él luego de un evento muy al sur de la Ciudad de México; un Antonio amable, franco, con sentido del humor y sin miedo a lo políticamente incorrecto que, en esta entrevista, nos descubrió qué sucede tras bambalinas cuando una historia pasa de las páginas de un libro a la pantalla, en este caso, de Prime Video.
¿Qué diferencias encontraste en el ejercicio intelectual de escribir la novela Recursos humanos frente al de escribir el guion para la película?
Fue algo completamente distinto, yo escribí la novela muy a capricho, es decir, iba haciendo lo que me parecía. Me he vuelto un escritor más articulado después, pero en el tiempo de RH tenía ideas bastante generales, y la mayor parte de las cosas se fueron definiendo a medida que escribía; pensaba mientras escribía y luego corregí mucho, pero fue una novela escrita de manera, insisto, bastante caprichosa, por el placer de escribirla y por la diversión que me proporcionaban todas las barbaridades que suceden.
El guion es algo muy distinto, para empezar porque ya tenía varios años de publicada la novela y porque, finalmente, quien se apoderó de la historia para convertirla en suya fue Jesús Magaña, el director, que también fue guionista de la película. Entonces, mi participación en el guion en realidad tuvo que ver con integrarme en un equipo y, de alguna manera, ayudar a hacer esa traducción entre lo que fue la novela y lo que era el nuevo proyecto. Eso me pareció sumamente interesante, fue muy enriquecedor trabajar con Jesús. Yo estuve siempre –gracias a él, que fue muy generoso conmigo– muy al tanto de cuál era su óptica y su visión –que se fue transformando– sobre la novela para la adaptación. Y en el tratamiento definitivo, estuve ahí, como parte del grupo de escritura, con Jesús y con Fernando del Razo. Para mí, sobre todo era importante que quedara el espíritu negro de la novela, pero sabiendo que era otra historia, con otras peculiaridades al ser llevada a la pantalla y, también, que eran lenguajes muy distintos: el de la literatura y el del cine. Fue un placer enorme trabajar en esa adaptación, desde luego, ubicándome en el hecho de que la voz cantante iba a ser la de Jesús, que era el director, y además fue el productor y el que se estaba jugando el pescuezo con la película, porque finalmente la novela yo ya la había hecho y la novela ahí sigue.
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Entonces, fue muy divertido volver a la historia tiempo después y desde otra óptica, e integrarme a esta lógica de los equipos de trabajo del guion, del peloteo, del “me mandas esto”, “yo escribo esto”, “yo te propongo esto”, discutimos “qué tal te parecería así”, “qué tal si lo hacemos desde otro punto de vista”, “qué tal si esto otro” o “hay que enfocarlo para acá”. Toda esa parte del peloteo en una novela no existe… o existe en la propia cabeza de uno, pero con otra lógica. Y aquí, Jesús era quien tomaba las decisiones finales, porque él estaba dirigiendo. Mi papel como guionista era tratar de ser un poco –a veces– el abogado del diablo y –a veces– también decirle a Jesús “no, pues está bien lo que estás haciendo”. También darle permiso, entre comillas, de apoderarse de la historia y de modificar lo que él sentía que se necesitaba cambiar. Para mí fue un placer muy grande. Yo sé de colegas que han sufrido con las adaptaciones, porque no son absolutamente ortodoxas, y que prefieren no involucrarse o ni saber. Me parece muy respetable. Pero en este caso –muy probablemente porque el cine es algo que me interesa y me entusiasma mucho– asumí desde el principio que mi papel iba a ser ese y, la verdad, es que me divertí como enano.
¿En qué medida incidiste en la selección de los diálogos?
Tuve mucho que ver. Los diálogos de la novela, en general, son muy librescos, y el lenguaje de RH es muy libresco y muy aforístico, y eso no funcionaba en la película –en la que estábamos haciendo, la película de Jesús, eso no funcionaba–. Tenía que ser un diálogo mucho más natural, mucho más vivo. Tenían que parecer dos oficinistas que estaban ahí parados hablando sobre a dónde se iban a ir a comer y quizá perder esa parte más aforística que tiene la novela, pero por una buena causa: que no parecieran de cartón piedra. Uno de mis problemas con ciertas películas es eso: cuando siento que los diálogos son demasiado literarios y demasiado esteticistas… a veces resulta bien, pero en un contexto como el de RH se necesitaba esa suerte de “mugrita cotidiana” de las oficinas.
Entonces, una parte importante del trabajo que yo realicé junto con Jesús fue que íbamos diálogo por diálogo, haciendo lecturas. También fue algo que me tocó platicar bastante –eso es maravilloso– con Pedro de Tavira, que hizo a Gabriel Lynch… Él tenía ciertas dudas e ideas también, y pues la intención era hacer un poco de contraparte y platicarlo con él. Y ya sabiendo que Pedro era Gabriel, y habiendo escuchado a los actores hacer primeras lecturas, pues ver cómo afinar eso y cómo facilitarle el asunto con los diálogos, no poniéndolo a decir cosas que sonaran chueco, sino diálogos que fueran los naturales y los lógicos. Él es un intérprete espléndido y la verdad es que todos los actores funcionaron muy bien con los diálogos. También tuvimos que dar ciertos retoques al final, porque algunos actores son argentinos, entonces hubo cosas que ajustábamos hasta en el set… Aunque ahí yo ya no estaba porque grabaron en Argentina, pero seguía yo en mucha comunicación con Jesús y estuvimos hasta el final ajustando ciertos diálogos, porque quizá alguno ahí se nos brincó, pero en general quedaron bastante bien los diálogos de los argentinos con los argentinos y los diálogos de los mexicanos con los mexicanos.
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¿Qué impresiones te quedaron de pasar de las páginas de RH a la pantalla de Prime Video?, ¿cómo viviste esa experiencia?
Bueno, como fue tan largo el proyecto, fueron muchos años, Jesús se comprometió muchísimo, le costó mucho levantarlo, porque no es el tipo de historia… O sea, RH es una película híper independiente e híper punk, y hecha contra todo, porque no es el tipo de historia a la que normalmente le invierte la gente o se lleva los apoyos, etcétera, pues es una historia en la que no hay héroes, en la que hay más sátira que denuncia, no es una historia como para que la gente diga “esta era la historia valiente que hacía falta, porque está llena de víctimas”, no, todos son malvados. Todos son víctimas, pero todos son victimarios. Eso está completamente entremezclado y eso desde luego fue un grado adicional de dificultad. Entonces, Jesús tardó bastantes años, cuando ya casi tenía levantado todo, vino la pandemia y lo complicó, lo retrasó todavía más, pero él pudo navegarlo. Consiguió unos socios con una productora, Prisma, en Argentina, que se comprometieron muchísimo.
La película se grabó en Córdova, Argentina, cosa que, además, considerando que es una historia de Guadalajara, le viene bien: que no haya sido en Buenos Aires, sino en Córdova, era casi como una decisión natural, aunque sucedió azarosamente. Y si no hubiera sido Córdova, habría sido donde nos dieran quebrada. La verdad es que yo tampoco tenía obsesión por que fuera en Guadalajara, porque, además, RH no dice que sea ahí, yo sé que es Guadalajara, yo soy de Guadalajara, pero en realidad se escribió con la idea de que pudo haber sucedido en cualquier sitio, porque esto no es algo privativo de Guadalajara, yo no hago folklorismo. A ver, soy un escritor tapatío porque soy tapatío, pero no porque escriba de cosas fatalmente tapatías; sólo he visto charros en desfiles y preferiría no haberlos visto.
¿Qué tanto se parece o se diferencia el microuniverso que construiste en el libro al que terminó por crearse en la pantalla?
Desde luego que tienen muchísimo que ver, y creo que Jesús lo capta estupendamente. Tiene las diferencias propias de la plataforma. La narrativa sugiere muchísimas cosas; creo que una de las magias de la narrativa es que sugieres cosas y hay una parte que siempre completa el lector. Tú les pones cara a los personajes si lo quieres, tú completas los ambientes; uno suelta buscapiés y dice “más o menos es esto”, pero tú lo vas a completar y el escenario más perfecto siempre va a ser el que tú piensas, para ti va a ser ese escenario, para ti va a tener una cierta apariencia el personaje, y eso en el cine no se puede, porque el cine muestra y la literatura sugiere. Entonces, desde luego que son cosas distintas, pero creo que fue una construcción muy minuciosa y que mucho del universo de RH está muy bien retratado ahí, y construido para lo que era: para la película, que tenía que ser algo autónomo. Mucha gente que ve la película no tiene más que la referencia del libro o ni eso, nada más lo ve como una película donde pasan ciertas cosas, y así tiene que ser, si yo esperara que estuviera ahí el libro tal cual, no se habría hecho nada, sería imposible.
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¿Y cuál es el resultado si contrastas la novela y la película como productos artísticos?
Caray, curiosamente, aunque la mayoría de las reseñas son buenas o muy buenas, hubo un par de reseñas malas y contrastaban la película con la novela para decir que era mala. Pero me decían a mí “ay, no, bueno, la novela está bien padre, pero la peli no cumple”. La verdad es que, en ese sentido, mi novela tenía las pretensiones artísticas que puedo yo tener como escritor, es decir, a mí me interesa la estética y me interesa mucho el lenguaje, también me interesa que las historias sean eficaces, y en una historia como RH lo que yo quería era divertirme y que el lector se sintiera divertidamente incómodo, y que sintiera una especie de identificación oscura con las cosas que se narran ahí, no la identificación heroica o la identificación de la víctima –que también se puede sentir– sino de alguna manera reconocernos: todos somos ese grillo de oficina, también somos esa persona turbia, también queremos dinamitar al jefe. Me parece que a veces uno se vincula a los personajes aún más estrechamente por las oscuridades que por lo heroico o por lo admirable de alguien. Yo no sé si la gente se sienta Ana Frank cuando lee El diario de Ana Frank, a mí me resulta muy difícil, son casos extremos de sacrificio de inocentes, y uno dice “así como tan buena gente, pues no soy”.
Es otro tipo de vinculación el que se establece en una novela como RH, y creo que Jesús lo interpretó muy bien, insisto, en su propio medio y con sus propios recursos, porque es su historia, es su propio RH, para que fuera una película que tiene valores artísticos. A mí la foto me parece extraordinaria, me parece que está muy cuidada la imagen y, sin embargo, no trata de ser esa película intimista, de ritmo semilento, de denuncia, con víctimas, etcétera. Creo que justamente lo que logró RH y lo que logró Jesús con RH fue el tener ese espíritu como punk, algo satírico, medio paródico, y eso la hace difícil de ver para ciertas personas que esperan que los personajes sean ejemplares, que suponen finales felices, que buscan lecciones de moral en las películas, pero es que eso no es RH; ese fue el albur que jugó Jesús y yo estoy completamente de acuerdo con esa óptica.
¿Reconoces en la pantalla a los personajes que creaste en las páginas: Gabriel Lynch, Diego, Paruro, Verónica, Lisbeth?
No, bueno, fue una especie de shock muy divertido. La primera vez que vi algunas escenas…, porque desde que había ciertas escenas ya montadas y me las empezaron a mandar y vi primeros cortes de la película –o sea, estuve bastante cerca–, claro, cuando vi a Gabriel prendiéndole fuego al auto, a Gabriel de traje caminando por la oficina, no era necesariamente lo que yo tenía en la cabeza, pero sí llega un momento en el que dices “guau, cómo algo que escribía yo en las madrugadas, cuando llegaba de la oficina queriendo matar al jefe ahora es una película”, o sea, alguien lo llevó a escena y lo tradujo, está ahí, como vivo. A mí me encanta el trabajo que hicieron los actores, porque, desde luego, son creadores en sí mismos, y no hacen lo que yo hubiera hecho en su lugar, porque el RH de Jesús no es mi novela. Lo que yo hice es la novela y ahí está y eso es lo que es cien por ciento mío y las elecciones que yo tomé. La película es obra de otros creadores, que claro que tienen como base lo que a mí se me ocurrió, pero están creando ellos a su vez, haciendo su propio camino, y eso me parece fascinante.
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Creo que mi vinculación con el cine tiene que ver con eso, o sea, si yo quisiera llegar como dictador a decir “ustedes van a hacer lo que yo les diga porque yo lo imaginé de esa manera”, pues la verdad es que ni me tomaría la molestia, me quedaría en mi casa y diría “páguenme los derechos y ahí hagan su cosa y yo ni salgo ni digo nada”, pero en este caso me vinculé, Jesús me invitó a vincularme y lo disfruté un montón. Disfruto un montón viendo el trabajo de los actores.
Como se filmó en pandemia no tuvimos tanto contacto, más bien fue a través de la red, ya nos conocimos todos en persona en el Festival de Morelia, cuando fue la premier de la película y fue una experiencia, para mí, estupenda, me parecieron grandísimas personas, gente muy divertida. Me encanta el trabajo que hicieron todos ellos; pero, desde luego, Pedro, al ser el protagonista y porque está prácticamente todo el tiempo en pantalla, creo que hizo algo de veras excepcional con Gabriel Lynch. Yo no miraba así a Gabriel Lynch, el Gabriel Lynch de la novela es muy bajito, parte de este asunto de que se engalla y tanto es porque tiene como síndrome de gente bajita, y Pedro es un gigante, parece basquetbolista, y lo hace sensacional, es más Gabriel Lynch que Gabriel Lynch, hace una creación estupenda, a mí me encanta la actuación de Pedro y creo que, si con algo me voy a quedar, después de todos los años, es con la actuación de Pedro como Gabriel Lynch.
La metáfora de la escalera de Jacob que se utiliza en novela ¿qué tan bien queda retratada en la película?
En las películas luego resulta que estas referencias culturales a veces estorban para, digamos, que se hagan explícitas, que la gente lo hable y diga “esto es como la escalera de Jacob, etcétera”, pero esta construcción de los niveles en la oficina y cómo el elevador es lo que hace a los personajes subir o bajar de los cielos, creo que está muy bien. Es un elemento que desconcierta a los espectadores cuando ven la película. Creo que funciona bien en la película y, para quien leyó la novela, adquiere una relevancia particular. Creo que quedó muy bien hecho, a mí me gusta la película, digo, yo tuve que ver y soy parte del equipo aunque sea en una posición secundaria, entonces si hubiera tenido graves disidencias pues ni hablaría de eso. Pero en este caso, es la historia de Jesús y creo que lo resolvió muy bien.
La novela es una fuente inagotable de resentimiento, de sarcasmo, de ironía, de maldad y de sentido del humor del más negro. ¿Qué tan suficiente es la película como recipiente de todo esto?
Creo que es una película bastante sardónica, una película bastante bestia para los estándares del cine nacional. Es decir, en el cine nacional hay mucha pornomiseria, pero siempre es así como de Casos de la vida real de Silvia Pinal: pasan muchas cosas bárbaras, pero es lo que uno espera que haga el malo y sí lo hace el malo. Lo que hay menos, aunque desde luego que lo hay –porque también hay un cine mexicano estupendo, no estoy diciendo que nosotros inventamos el hilo negro–, es lo poco convencional, y creo que, dentro de los parámetros del cine mexicano, RH es ese tipo de historia. Está llena de grises, pero de grises oscuros.
Los personajes van de “malvadones” para arriba, y se obligan ellos mismos a ser un poco peores cada vez. La fricción entre ellos va sacando muchas chispas, y creo que eso está muy bien retratado en la película, es decir, las cosas más bestias que pasan en la novela pasan en la película y ahí están: las explosiones, las bombas de clavos, hasta la sugestión bastante explícita –incluso más en la película que en la novela– de la violación. Es mucho más evidente en la película, porque en la novela la violación es por interposita persona: Gabriel le paga a una chica para que lo haga, y en la película lo hace él directamente, porque claro, parece mucho más impresionante la imagen. Es bastante salvaje, porque es la humillación definitiva, la muerte absoluta, la degradación del otro, porque además, al ponerlo en el contexto del jefe, se sale de esta idea que a veces transmite el cine “brutalista”, que a mí me parece nefastísima –como la película Irreversible–, que trata de jugar un poco con la idea de que la violación puede ser erótica, no, a mí me parece que es espeluznante. RH, contextualizada con el jefe, creo que apunta a esa idea de que es violencia, y es tortura, y es algo espeluznante; quitemos de por medio que si es deseo, no, a ver, es deseo pero de poder. Es otra cosa. Y creo que lo más salvaje ahí está.
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Hay cosas que no entran por un principio de economía; en hora y media, hora cuarenta de película no entra toda la novela, pero me parece que la película, en ese sentido, lo hace muy bien, no se cortó con ninguna clase de autocensura. Es bastante salvaje. Incluso hubo un par de momentos en que le dije a Jesús “¿de veras vas a hacer eso?, ¿no vas a encontrar una especie de shortcut?”. Pero Jesús era el más convencido de “no, no, no, yo quiero que haya bombas de clavos, y quiero salvajismo aquí”. Creo que eso quizá desconcierta un poco a ciertos espectadores, porque estamos muy acostumbrados a que el humorismo en México es el de Capulina; es decir, en los campeones del humorismo blanco la risa es como buena onda, y la comedia mexicana en general es buena onda. La comedia negra no es un género tan recurrido en México, es más raro, sobre todo porque los productores dicen “eso no le va a gustar a la gente”, y a la gente claro que le gusta; el humor mexicano es negrísimo, pero no el de las películas. Las películas son de campeones del humorismo blanco y la gente dice “tal película estuvo muy divertida” porque son historias que se cuentan como chistes. Y RH no es eso. RH no es una novela de chistes, es una novela que tiene su humor negro, por llamarlo de alguna manera, pero no es para decir “jaja, qué ingenioso”, es otro tipo de risa.
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· La novela Recursos humanos fue finalista del premio Herralde en el año 2007 y la película homónima (Jesús Magaña Vázquez, 2023) obtuvo cuatro nominaciones a los premios Ariel, de la Academia Mexicana: Jesús Magaña, Fernando del Razo y Antonio Ortuño para mejor guion adaptado y Pedro de Tavira como mejor actor por su interpretación de Gabriel Lynch.
· Puedes encontrar estos otros libros de Antonio Ortuño en la Biblioteca Vasconcelos y en la Sala General de la Biblioteca de México:
La vaga ambición, La fila india, El rastro, Méjico, La señora Rojo, Sólo cuento (comp.) y Dientes (álbum infantil).
· Entrevista realizada por Claudia Sánchez Rod y Dania M. Vándalos
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El narrador y periodista ANTONIO ORTUÑO nació en Guadalajara (1976). Colabora en diversas publicaciones periódicas como Letras Libres, El País, Cuaderno Salmón, Lateral (Barcelona), La Tempestad, La Tercera (Chile) y es autor de La fila india, Méjico, Olinka, Esbirros, Matarratas, La Armada Invencible, entre otros libros. Su trabajo está incluido en las antologías Narcocuentos y Grandes Hits. Ganó el Premio de la Fundación Cuatrogatos, de Miami, al mejor libro juvenil 2017 por El rastro; el V Premio Rivera del Duero y el de Bellas Artes de Cuento Hispanoamericano 2018 por La vaga ambición. Recursos humanos fue finalista del Herralde de Novela 2007.