Macondo y “la Netflix”
LITERATURA Y STREAMING
Por Claudia Sánchez Rod   |    Agosto de 2024
¿Acaso una serie de 16 episodios podría ser el soporte más adecuado para el devenir de toda una genealogía, una historia en el tiempo del mito?
Este año Macondo dejará de vivir en las páginas de papel y se mudará a la pantalla. En 2019 Netflix anunció su adaptación de uno de los libros en español más vendido, leído y traducido del siglo XX: Cien años de soledad. La noticia despertó gran curiosidad porque Gabriel García Márquez llegó a decir de viva voz que había escrito esa novela contra el cine. Y es cierto, no sólo es una historia contada a manera de rizoma, sino que además transcurre en un tiempo sin tiempo, o en otras palabras, en el tiempo del mito. El devenir de una genealogía contado por el último de su estirpe. Siete generaciones de los Buendía viviendo a lo largo de más o menos cien años: 1850 a 1950 (quizá), todos ellos, años llenos de soledad.
La palabra “macondo” se deriva del vocablo bantú makonde, cuyo significado es plátano o banano, los bantúes lo traducen como “alimento del diablo”. Las lenguas bantúes se hablan en Tanzania, Gabón, Angola, Mozambique, Zambia y Malaui, por ejemplo, y probablemente el encanto (y el sortilegio) de esta singular voz le viene de la lejanía de esas tierras. GGM contó que vio escrito macondo en el portal de una finca bananera, durante uno de los primeros viajes que hizo de niño con su abuelo, y de inmediato capturó su imaginación.
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Hoy Netflix está sacando a Macondo de la ficción y lo está convirtiendo en un pueblo real. Una finca en Alvarado de Tolima, con más de 40 mil m2 de extensión, a cuatro horas por carretera desde Bogotá, es el escenario donde se ha construido la casa de los Buendía, una réplica supuestamente exacta de la casa de los abuelos de GGM, en Aracataca. Incluso el castaño al que se encadenó José Arcadio cuando perdió el juicio está ahí, reconstruido artesanalmente entre los corredores, como un guardián taciturno al que han sustraído de su universo sin su consentimiento. Y está la cocina donde la matriarca Úrsula Iguarán preparaba sus dulces, el cuarto de Melquiades y el laboratorio de alquimia donde el coronel Aureliano Buendía daba vida a sus pececitos de orfebrería.
Las casas de bahareque forman las calles del Macondo de los orígenes, hechas de barro y caña brava, justo como las describió GGM. También están las construcciones coloniales del Macondo de la bonanza, el Macondo de la Guerra de los Mil Días y el Macondo del esplendor del banano. La Calle de los Turcos, donde podían encontrarse mercancías de todo género, desde una alfombra persa hasta una lámpara antigua; ahí estaba la tienda de instrumentos musicales del italiano que murió de amor, la botica, el hotel de Jacob y, si no recuerdo mal, el bar de Catarino.
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Para insuflarle vida al pueblo se necesitaron toneladas de hierro, cemento y madera. Hubo que sembrar centenares de plantas autóctonas, agotar las tiendas de los anticuarios, replicar los objetos de época y hacer un estudio minucioso de la arquitectura colombiana. Se contrató a un gran número de artesanos, decoradores, artistas, vestuaristas, historiadores e investigadores para lograr un Macondo lo más cercano posible al que el escritor imaginó.
Nada de esto fue posible antes porque GGM siempre se negó. La leyenda dice que el actor Antony Quinn le ofreció un millón de dólares por los derechos de la novela, en un tiempo en que esa todavía era una cifra dorada, y la respuesta fue otro de sus muchos “no”. Hoy que el escritor ya no está, Guillermo del Toro logró convencer a sus hijos, Gonzalo y Rodrigo, de adaptar Cien años de soledad, pero no en una película, sino en una serie de 16 episodios. Eso suena a un soporte más adecuado para una historia rizomática, no lo sé.
Un ejército de talento latinoamericano para que los Buendía hagan un revival de su conquista del mundo.
Resulta cuando menos insólito pensar en ese niño que un día vio la palabra macondo escrita en un portal, que luego se convirtió en el hombre que dio vuelta en U a media carretera México-Acapulco y cargó de regreso con familia y equipaje en su viejo vochito, porque justo se le había ocurrido por fin el tono de la historia; pensar en el Macondo que empezó a crecer en las páginas de esa novela (cuyo manuscrito, al final, no pudo ser enviado en su totalidad a la editorial de Buenos Aires porque GGM y Mercedes Barcha no tenían dinero suficiente para pagar el importe del correo), o en el Macondo que Netflix está trayendo a la realidad y que pronto podremos ver en el streaming. Seguramente la serie atrapará a muchos espectadores, mucha gente joven recién descubrirá de dónde viene la frase “cien años de soledad” que tan a menudo resuena en nuestro imaginario colectivo. ¿Gustará?, ¿no gustará? Ya averiguaremos cuál es el saldo de enfrentar la profundidad de la palabra contra la espectacularidad de la imagen.
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No será la primera vez que GGM incursione en el streaming, pero sí la primera vez de una producción fastuosa con presupuesto millonario que ha reunido un ejército de talento latinoamericano para que los Buendía hagan un revival de su conquista del mundo. Y llegada a este punto, no puedo evitar recordar un video que vi hace unos años en YouTube titulado “Por qué las Kardashians son más importantes que Gabriel García Márquez”, de una chica que compara el manejo del tiempo que hace el escritor contra el que hacen ellas; su conclusión es que, mientras GGM va dando saltos hacia atrás y hacia delante en el tiempo, complicando la comprensión de las historias y básicamente jodiéndole la vida al lector, las Kardashians, en cambio, comparten fotos y breves videos de sus vidas en las redes sociales, sembrando semillas de la curiosidad por aquí y por acá, y meses más tarde te permiten reconstruir la imagen completa de lo que ha pasado a través de su reality show: un rompecabezas mágico, según la youtuber. Hay una parte en la que afirma que El amor en los tiempos del cólera, Cien años de soledad y Crónica de una muerte anunciada son títulos que sólo pretenden hacer alarde de inteligencia, y luego dice “mira, Gabriel, relájate, porque el título, bueno, pero luego me leo el libro, y menuda mierda”. Después hace un segundo video hablando de que ha salido en toda la prensa colombiana, la acusan de ser hater de Colombia y no puede entender cómo una loser diciendo cosas en su habitación puede ser tomada tan en serio. También dice que a GGM seguramente le habría encantado todo el rollo aquel. Bien mirado, las incursiones de GGM en el streaming pueden haberse salido de nuestras manos desde hace mucho y no nos habíamos puesto a pensarlo. Las prisas de un mundo en el que ya no son posibles los Macondo, qué le hacemos.
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· En todos los fondos personales y salas, así como en la Biblioteca Vasconcelos, encontrarás ejemplares de Cien años de soledad, ya sea en su primera edición o subsecuentes.
· El libro también está disponible en versión de audio y en braille en la Sala para Personas con Discapacidad Visual.
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Narradora y traductora, CLAUDIA SÁNCHEZ ROD ha publicado La marta negra, Me dejaste puro animal inexistente y antologías de poesía y cuento; ha obtenido el Premio Internacional de Narrativa Ignacio Manuel Altamirano y el Premio Iberoamericano de Cuento Ventosa-Arrufat / Fundación Elena Poniatowska Amor. Colaboró en la revista argentina Lamás Médula, el Periódico de Poesía de la UNAM y otras publicaciones en España y EU. Coedita la revista Biblioteca de México: De Ciudadela a Vasconcelos.