'Salven Nuestras Almas' Dania M. Vándalos
Foto: Ronnarong Thanuthattaphong

Salven Nuestras Almas

La conducta se acomoda en el tiempo

MIGRACIONES CULTURALES

Por Dania M. Vándalos   |    Junio de 2024

Mudanzas sentimentales a otra nación y saltos globales sin siquiera moverte de tu cuarto; música, mascotas, ritmos digitales y territorios de consumo; deseo, autonomía de las mujeres y censura, credos y otras devoraciones de la máquina.

¿Bedroom pop? Aún no. Apenas en la transición al siglo XXI, Carlos Monsiváis veía en el rock de los años 60 una vitalidad trepidante que había sido capaz de cambiar mentalidades y hacer ajustes en la experiencia joven respecto de la adultez, igual que en la onda literaria del México de entonces. A propósito, en Aires de familia (Premio Anagrama de Ensayo 2000) atribuye a ese género el haber propiciado una mudanza sentimental a otra nación y una fidelidad a toda prueba por el nuevo terruño, aunque no fuera nada más que figurado: se podía declarar la pertenencia a una cultura ajena tan sólo habitando la cama y entrecruzando las manos en la nuca para escuchar un disco, elevado a la mística potencia.

Hay ahora músicos ¿poperos o regionales o tumbados? que componen canciones a vuelapluma, con esa urgencia de la vida breve que los impele a soltar al aire sus creaciones simplemente desde el cuarto donde duermen, sin treparse primero al foro de un bar o un palenque para llamar la atención de una disquera, porque cuán práctico y cosmopolita es intentar lanzarse al estrellato desde una laptop, un micrófono elemental y el Auto-Tune.

¿Se habría detenido maese Monsi, por ejemplo, en los diretes sobre Yahritza y su Esencia? Tres hermanos que, como tantos, llegaron a la fama desde su habitación en Estados Unidos, con un cover de su coterráneo Iván Cornejo. Se sabe que hace no mucho despreciaron la comida típica de México durante una gira en su país ancestral y fueron expulsados de un inmenso territorio de consumo, al menos en el primer arranque, pues el melodrama en las redes tiraba a la inversa del poco nacionalismo que solía mostrarse ante los roqueros de antaño, a quienes no se les alzaba una muralla así como así.

[vandalos_1_avion]
Le toman la foto antes de abordar; aeropuerto de Dusseldorf, Alemania. Foto: Ruhrhochzwei

La repetición pegajosa de los ritmos globales viaja en jet si quiere y a cualquier destino, con toda la parafernalia de sus shows –cada vez más brillantes–, dejando su estela de CO₂ en esta suerte de migración por una línea muy clara del tiempo, a la velocidad del sonido y de la IA. De su avance no se libran ni los furibundos artistas a quienes la máquina devora sin piedad, léase plagio en un santiamén, emulación directa de una voz famosa e ir a parar a un meme al final de cuentas, una reducción inevitable.

Por otro lado, Monsiváis dedica un segmento de su ensayo a la huida de la censura como una migración cultural de primer orden, en tanto que ya se la encuentra irracional, porque “elige siempre la tontería por sobre la complejidad”. La música en estos tiempos, aficionada o profesional, escapa sin mucho problema del reproche y otros pareceres, porque el deseo de cambio se impone. A diferencia de momentos más castrosos, pasa sin mancharse apenas, como ave fénix, sobre los alcances moralizadores de rigor, como bien puede atestiguar… Rosalía. Su casi minimalismo en código Hentai recibió en un principio los embates de cierto público, pero bien podría equipararse, digamos, con la exuberancia de I’m gonna give you every inch of my love en Whole Lotta Love de Led Zeppelin –cincuenta años antes–, tanto en su explicitud como en la prodigalidad. Las notas clave y sus efectos van por un mismo camino evocador de lo sexual, que no el estilo y probablemente no la valoración a oídos de las mismas personas (o tal vez sí, cuestión de apertura).

Monsiváis refirió una “autonomía corporal y anímica que impulsaba otras experiencias del sexo” gracias al rock –novedoso hace décadas, cuando era “todavía machista, pero con un moralismo rebajado”–, y ahora esa autonomía migra no sólo de género sino a una liberación mucho más perceptible, en más voces femeninas que enuncian el deseo, crean la atmósfera y una intensidad aparte. Sólo que las letras suelen instalarse todavía en la oda al desamor, sempiterno a pesar de que cambie y cambie turnos: surgen canciones de ruptura una y otra vez, una especie de no querer moverse de la matria, ¿o sigue siendo patria?

[vandalos_2_guitarra]
Foto: Photodee

La demostración de la carne es también una constante en las mujeres que se dedican a lo pop. Hace mucho que su desnudez se presenta como un acto de poder, aun cuando deja ver la vulnerabilidad de vincularse con un riesgo latente: un ser acorazado y frío, agigantado, sin rostro. La protagonista podrá esconder una espada detrás de sí, por si acaso, sin embargo recuerda a una de esas tramas aún vigentes de novela rosa (aunque pudiera parecer gótica) en las que es ella quien fantasea y se halla en disposición al sacrificio: ¿Pero no puedes amarme así? / ¿No puedes necesitarme así? / Si lo amara menos / le haría quedarse / Pero él tiene que ser el mejor / Player of Games. Algo techno, más dream pop, todo un soñar despierta de Grimes, hace apenas un par de años.

El capítulo “Desperté y ya era otro” en Aires de familia aborda la férrea migración que constituye el feminismo y la conducta de las mujeres, o el aspecto y sus variaciones en lo masculino y lo femenino al final del milenio; también aquellas migraciones culturales tramitadas por la tecnología –el cine, la tele–, o el paso del rancho al internet, esa necesidad de estar al día en cuestión de artilugios informáticos; incluso habla de una transición espiritual, de la fe única a una explosión demográfica de credos.

Los años han cobrado peaje de circulación a estos asuntos, y me pregunto qué pulso encontraría Monsiváis ahora en la serie de conductas que nos pueblan. Qué impulso bienhechor nos haría trascender ya no los sermones moralistas, sino aquello que difunden los medios electrónicos para implantar el chip del capital. Porque la persecución del dinero es una de las conductas más exacerbadas hoy, es el credo monopólico. Todo mundo adora la cultura de los magnates.

[vandalos_3_tapiz]
Los gatos proporcionan más sentido que los dólares. En la imagen, gato en un gobelino de lana peinada –diseño de Francisco Toledo y tejido de Trine Ellitsgaard–, a la vuelta de un librero en la biblioteca personal de Monsiváis, alojada en la Biblioteca de México, es decir, La Ciudadela. (Hay mucho minino de pelaje real maullando por ahí.) Foto: R. E. Nava Tristán

[vandalos_3_cenefacerquita]
Aquí se aprecia uno de los gatos, vigilantes desde el suelo, en cenefa de mosaico –también de Toledo. Foto: Arisbeth López

Entre dinero y creencias, la exportación cultural se expandió alguna vez a la venta de los derechos comerciales de la nacionalísima Virgen de Guadalupe a un industrial chino, pero la importación se va contrayendo en una nueva mentalidad de consumo local para reducir las huellas de carbono que implican los traslados mercantiles. Eso explicaría en parte, quizá, los desproporcionados límites establecidos por la exacerbación de otra conducta, que en vez de procurar la vida social, lleva a la gente al punto de partida tras una vuelta al globo, al ritmo de los medios digitales, hasta el centro mismo de su habitación, como si padeciera ese síndrome de retiro extremo y quieto, el hikikomori.

Por no decir adecuado, diré que suena conveniente para cualquiera remitirse a vivir a buen resguardo de las exigencias y la desmesura, optar por no tener hijos sino mascotas, pues, según parece, el mundo ya no es un lugar seguro ni solvente –lo dicen las infografías del nuevo aprendizaje, sucinto y a color–, y en los cumpleaños es lindo subir a las redes una peculiar foto de familia y aires de autocomplacencia.

[vandalos_4_mauperritos]
Diseño: Nan Lozano… @nanconene

“Gracias a quienes han pasado a felicitar y desear pura cosa chida en mi llegada al 4º piso. A los que no, pus no. Les dejo una foto familiar en agradecimiento”, así posteó Mauricio Montes hace no mucho en Facebook su ilustración familiar, por poner un ejemplo de lo que va imperando ya.

Semejante al doloroso canto de Yahritza, aquella vitalidad trepidante “está dañada”, ya es propensa a aterrizar sin un despegue, acaso gira sobre su eje con meros artilugios de lo sedentario y lanza el más primitivo S[ave] O[ur] S[ouls] en pos de esa sensación que reacomoda el tiempo.



[RBMX_185_aires_familia]
Carlos Monsiváis, Aires de familia, Anagrama, Barcelona, 2000; disponible en la biblioteca personal del autor, en la Biblioteca de México, La Ciudadela, metro Balderas. En la Vasconcelos de Buenavista hay ejemplares también.



[185 Dania_Vandalos_Foto cortesia_autora]
Foto: Cortesía de la autora

Editora de la revista Biblioteca de México: De Ciudadela a Vasconcelos, DANIA M. VÁNDALOS se ha dedicado a la edición de libros literarios, académicos y de interés general. Asimismo, es traductora, hace video, promoción de lectura y locución en medios como Radio Educación, Radio Anáhuac, MVS Noticias y Capital 21 TV. Es egresada de la UNAM y actualmente forma parte del Fondo de Cultura Económica. Ha publicado crónica y opinión en las revistas Milenio Semanal, Temporales NYU, Replicante, Quattro, Complot@esamidania