'Vocación del asombro' Carmen Nozal
Foto: Charles Wollertz

Vocación del asombro

MIGRACIONES CULTURALES

Por Carmen Nozal   |    Junio de 2024

En mi interior escucho dos territorios maravillados ante los contrastes. En mis poemas se congregan dos orillas unidas por el océano poético.

Nací en Gijón, una ciudad marítima del Principado de Asturias, ubicada en el norte de España, y en el seno de una familia conservadora que vivió los estragos de la Guerra Civil y la dictadura franquista. Desde muy joven tuve la oportunidad de viajar y conocí Portugal, Francia, Inglaterra y Egipto. Pero a los 21 años llegué a un lugar que me cautivó y en el que continúo residiendo: México. Recuerdo con nitidez el momento en el que decidí quedarme; fue a los seis meses de llegar. Estaba en el mercado de La Ciudadela y al salir encontré a una mujer indígena sentada en el suelo que con sus manos arrugadas elaboraba un delicado ramo de flores color rosa fucsia. Al contemplar lo rudo y sutil unido, me vi en un espejo y me dije: “Así soy yo”, y al día siguiente fui a Migración, que por ese tiempo se ubicaba en el Palacio de Lecumberri, para iniciar los trámites de residente.

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Puerto de Gijón, España. Foto: Emilio Z. V.

La diversidad de culturas que conviven en este país me impactó de tal manera que mi mente se tuvo que ensanchar y engrandecer a mil por hora y día a día para dar espacio a todo lo que iba conociendo y experimentando. Se me presentó la oportunidad de trabajar con numerosas personas del Valle del Mezquital cuya lengua era el hñahñu y con otras comunidades mayas de Quintana Roo, en las que atestigüé la majestuosidad del corazón humano en todo su esplendor, la alegría de vivir en un entorno con lo elemental y el poder de la gratitud.

Como mujer sigo impactada ante los feminicidios que se perpetran como si no hubiera poder humano ni sobrenatural que los impida.

Dos continentes han aprendido a palparse hasta reconocerse como dos ciegos en la oscuridad.

Desde que llegué, hace ya 38 años, comencé a escribir poesía y en mis versos hay jícaras, huaraches, Panchos y Lupitas, frijoles, danzas prehispánicas y sastunes que dialogan con diversas estampas de la guerra civil española, la Universidad de Salamanca o el misticismo católico. Es decir, en mis poemas se congregan dos orillas, aparentemente separadas pero que, en realidad, están unidas por el océano poético.

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Foto: Anton Ivanov

Indiscutiblemente, está presente la influencia de Lorca y de la Generación del 27, así como la de Pellicer y los Contemporáneos. De modo que, en mi interior escucho dos territorios que no dejan de asombrarse ante los contrastes, dos continentes que lejos de pelearse, se complementan, pues han aprendido a palparse hasta reconocerse como dos ciegos en la oscuridad. Juntos se volvieron el fuego que quema hasta iluminar. Al día de hoy se llevan tan bien que sería imposible para mí la vida si alguno de los dos faltara porque son como las dos alas del ave que guía mi espíritu.


Las moscas


Quién sino las moscas pueden mostrarnos el camino.


Ahí están, dicen las moscas,

absortas en su danza prehispánica.

Ahí están, insisten murmurando

con un zumbido incesante.


Ahí están, apuntan las moscas como plañideras:

adentro del espanto de esa noche,

adentro del monte arriba

por el que algún día corrieron

cuando eran niños.


Ahí están: los sueños torturados, los pantalones rotos,

un tenis, cuatro plumas, dos carcajadas,

los vestidos desgarrados, una libreta.

Las novias que siguen esperando se preguntan: ¿dónde están?

Ahí están, responden las moscas

sobrevolando los huesos, el hedor penetrante de los días,

la esperanza mutilada, el silencio que gime como viento desollado.


Ahí están, todos revueltos, abrazados,

con la juventud brillando bajo los párpados.

Ahí están, ¡vengan por ellos!, dicen las moscas

unidas, haciendo guardia al amanecer.

Ahí están, dicen inquietas, ambiguas, impotentes,

respirando el olor dulzón de la carne amarga.

Ahí están, presentes, los cuerpos

que brillan como pequeñas luciérnagas.


Ahí están, las moscas nacidas de la compasión,

las moscas de la misericordia.

Ahí están, contando lo que pasó

con sus alas turbias y su color azul.


Ahí están, los ojos más tiernos, los más transparentes

ojos por los que brotan los árboles luminosos.

Ahí están, los rostros llenos de lodo, con el corazón intacto,

las huellas de sus pasos sobre esta oscura piel llamada patria.

Ahí están, sus lenguas besables, sus labios agrietados,

sus cálidas gargantas, su afónica oración.

Ahí están, las frentes inclinadas, bendecidas por sus madres

antes de salir de casa.

Ahí están los que nunca más volvieron,

calcinados, molidos, dispersados,

Aguardando, aguardando.

Ahí están, dispuestos, extenuados,

con relojes de arena y voces invencibles

Ahí están, con la mirada profunda

y las pestañas llenas de polvo y aves.

Ahí están: los emilianos, los panchos, los chaparritos,

los que sabían leer, los que serían distintos.

Ahí están: las lupes, las citlalis, las juanas y marías,

las artesanas, las costureras, las enamoradas eternas.


Ahí están las moscas que sobrevuelan la verdad.


Y ahí están todos, con el polvo en los huaraches y los puños apretados,

los padres, las madres, los hermanos, los abuelos.

Ahí están los maestros, los albañiles, los campesinos,

las amas de casa con su olla humeante de frijoles heridos.


Ahí están, los mataron, los quemaron, los aventaron

como quien tira un saco de piedras en la orilla del mundo.

Ahí están, dicen las moscas con su rumor de letanía,

recitando los nombres, los apellidos,

la inmensa lista de los que nunca vuelven,

la obstinada legión de los despiertos.


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Foto: Andrew Perris

Les mosques


Quién si nun son les mosques pueden deprendenos el camín.


Ehí tán, dicen les mosques,

embaíes na so danza prehispánica.

Ehí tán, porfíen marmullando

con un rumbíu incesante.


Ehí tán, apunten les mosques como plañideres:

dientro del espantu desa nueche,

dientro del monte arriba

pol que dalgún día corrieron

cuando yeren neños.


Ehí tán: los suaños torturaos, los pantalones rotos,

un tenis, cuatro plumes, dos risaes,

los vistíos esfarrapaos, una llibreta.

Les novies que siguen esperando pregúntense: ¿ónde tán?

Ehí tán, respuenden les mosques

sobrevolando los güesos, el fedor caltriante de los díes,

la esperanza fendida, el silenciu que xime como un vientu esfolláu.


Ehí tán, toos revueltos, abrazaos,

cola mocedá rellumando baxo los párpagos.

Ehí tán, ¡vengan por ellos!, dicen les mosques xuníes,

faciendo guardia a lamanecida.

Ehí tán, dicen inquietes, ambigües, impotentes,

alendandol golor dulzuxo de la carne amargoso.

Ehí tán, presentes, los cuerpos

que rellumen como pequeñes lluciérnagues.


Ehí tán, les mosques nacíes de la compasión,

les mosques de la misericordia.

Ehí tán, cuntando lo que pasó

coles sos ales turbies y el so color azul.


Ehí tán, los güeyos más tienros, los más tresparentes

güeyos polos que broten los árboles lluminosos.

Ehí tán, les cares llenes de barru, col corazón intautu,

les buelgues de los sos pasos sobre esta escura piel nomada patria.

Ehí tán, les sos llingües besables, los sos llabios ariaos,

los sos calecíes gargantes, la so afónica oración.

Ehí tán, les frentes inclinaes, bendicíes poles sos madres

enantes de salir de casa.

Ehí tán los qu’enxamás volvieron,

xamuscaos, molíos, espardíos.

Aguardando, aguardando.

Ehí tán, dispuestos, galdíos,

con relós d’arena y voces invencibles

Ehí tán, cola mirada fonda

y les pestañes enllenes de polvu y aves.

Ehí tán: los emilianos, los panchos, los chaparritos,

los que sabíen lleer, los que seríen distintos.

Ehí tán: les lupes, les citlalis, les juanes y maríes,

les artesanes, les cordureres, les namoraes eternes.


Ehí tán les mosques que sobrevuelen la verdá.


Y ehí tán toos, col polvu nos huaraches y los puños apertaos,

los padres, les madres, los hermanos, los güelos.

Ehí tán los maestros, los albañiles, los llabradores,

les ames de casa cola so pota afumada de fréxoles mancaos.


Ehí tán, matáronlos, quemáronlos, aventáronlos

como quien tira un sacu de piedres na oriella del mundu.

Ehí tán, dicen les mosques col so rumor de lletanía,

recitando los nomes, los apellíos,

la inmensa llista de los que nunca tornen,

la testerona lexón de los despiertos.


Poemas tomados de 43, Libro de artista/Llibru d’artista, Espolones Editores, México, 2019.
Traducción al asturiano de Esther García López



DE LA AUTORA DE ESTE ARTÍCULO puedes leer los siguientes libros en la Biblioteca de México, en las bibliotecas personales que rodean el Patio de Escritores:

· Fondo Alí Chumacero: Carmen Nozal, Palabra interior, Universidad Autónoma del Estado de México/La Tinta del Alcatraz, Toluca, 2000.

· Fondo José Luis Martínez: Carmen Nozal, Equis, UAM, México, 1997.





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La poeta CARMEN NOZAL nació en España (Gijón, 1964) y vive en México desde 1986. Estudió Lengua y Literatura Hispánicas en la UNAM. Entre sus publicaciones se encuentra Palabra interior, Flores nocturnas y De la confesión nocturna. A lo largo de su trayectoria literaria ha recibido, entre otros, el Premio Nacional de Poesía Joven Elías Nandino, el Nacional de Poesía Salvador Gallardo Dávalos y el de Poesía UNAM.