Banner del texto 'Fenómeno' de Hugo Alfredo Hinojosa

Un hombre que ha sido arrancado del seno familiar es instruido en la masacre.

Versión de montaje, noviembre del 2021.


As crimes pile up, they become invisible

Bertolt Brecht


El temor a un enemigo a menudo

nos vuelve ciegos a otros peligros,

como por ejemplo la silueta que

uno mismo proyecta en el mundo

Cormac McCarthy


Hace calor en el vientre de la tierra, es mi madre y mi verdugo, la odio y me odia. Mi madre, mi tierra, mi mísera existencia que se nutre ahora de la humedad de este infierno. No quiero estar aquí, mamá. No quiero estar aquí. Tengo sed, pero tengo miedo a beber un poco de agua porque pronto tendría que orinar y al hacerlo se enlodaría todo, me atraparía por completo. Fango y muerte.

[182 Hinojosa 1]

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Soy un asesino sin nombre. El asesino de tus hijos, de tus padres, de la gente que dicen amar. Váyanse a la mierda… ustedes no piensan en mí porque desearían aniquilarme, convertirse en lo que soy… qué encrucijada. También pecarían, si podemos llamarlo así, por no aceptar el destino, su destino en este mundo. Si Dios los amara jamás los dejaría morir… jamás los dejaría morir… habrá que pensar en eso antes de llorarles a sus muertos.

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Todas las voces del mundo… soy la voz del mundo, de éste, del suyo... tengo ganas de arrancar mi lengua, pero eso no enmudecería mis remordimientos, mis reclamos tendrían voz… necesito del silencio y aún así le temo a la muerte… su voz desconocida me aterra.

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No puedes abandonarme a esta hora del día… No puedes abandonarme…

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¿Dónde estás? Te salvé de la muerte al aire libre para que estuvieras a mi lado. A mi lado…

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Antes de mi muerte debo burlarme de esta vida… nacer frente a la muerte…

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Soy un fenómeno, dijeron, un temporal que todo lo humedece con su aroma a sangre y a mierda, un hombre sin nombre que pierde la vida y a nadie le importa. Soy un temporal.

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¿A qué huele la gente? Es un aroma extraño, lo es… la gente tiene ese hedor parecido al fierro cuando lo pruebas… oxidado, salitre, sin poder explicarlo del todo. Pero la sangre también es salada. La gente habla de los muertos. De sus muertos. Aborrece a los asesinos. Está bien que aborrezcan a los asesinos y que lloren a sus muertos.

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Soy un asesino y un hombre asesinado. UNASESINADOUNASESINOUNASESINADO. Un trabalenguas. ¿Quién me llora? Hoy no encuentro el cuerpo de mi hijo su desaparición se teje con la muerte de otros cráneos unos sobre otros olvidos sobre recuerdos y en medio de todo nosotros hoy no quiero sentarme a esperar qué más podría esperar de este mundo ya soy parte de él no puede pedirme nada más de aquel lado están llevando a cabo un diálogo por la paz qué cosa más estúpida dialogar por la paz por un enfrentamiento al que todos llaman guerra pero aquí no hay ninguna guerra ni la hubo por qué te exigen perdonar y qué saben ellos del perdón acaso han perdido algo no los veo respirando lodo y mierda nosotros llevamos años metiendo los pies las manos y la cara entre la tierra ahí uno descubre además de muertos sin nombre que la tierra también es parte de la mierda del mundo y esos políticos aún no lo descubren ellos no han metido la nariz en el fango descansan con sus familias y hacen promesas siguen hablando de la paz abrazos sin balazos apenas puedo mover las piernas porque he ido olvidando cómo se camina el tiempo ha labrado las veredas para la eternidad que debo recorrer aún no decido qué ruta tomar soy un inválido en la antesala del olvido

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Seré un cerdo en el matadero. Tic-toc-tic-toc-tic-toc… qué triste es el nombre del tiempo… tic-toc-tic-toc-tic-toc… qué triste es el nombre de mi cuerpo, el rostro que cuelga de mi calavera. Mis ojos como larvas que se refugian en estas cuencas. Qué triste es no conocer la voz del tiempo, aunque es fácil saber cómo suena, cómo se escucha; es una suposición, lo sé, pero no tengo miedo a errar. El nombre del tiempo, el sonido de su nombre, está en el rumor del vacío. Justo cuando deja de soplar el viento es cuando puedes escucharlo/asesinarlo al tiempo, su nombre es silencio, salvo en nuestra piel. Cuando rozas con tus dedos los pliegues de tu piel ese ruido terso y anodino lo nombra. Pero también se nombra a la muerte que llamamos tiempo. Te rescaté a ti porque no pude delinear el resto de la sombra con mi sangre, ni el eco del sol y mi espíritu que se marcharon de mi lado. Ya no hay luz en lo alto del cielo. En las sombras está mi infancia. ¿Me escuchas? ¿Está tu infancia también en las sombras? Ya no me hablas, no escucho el ruido de tu respiración agitada. No rasgas las paredes… sabes que me he quedado sin uñas, las he vuelto tinta sobre los muros que se nutren de un rojo profundo con el que he escrito mi nombre, tu historia, mis recuerdos. Háblame… ¿te llevaron al matadero? ¿Por qué no lloras más? Te dibujé con mi sangre y te presté una parte de mi sombra para imaginarte. ¿Mi eterno amigo por qué guardas silencio detrás de estos muros? No quiero que te mueras. Soñé con mi madre… con ella gritando de alegría, sufriendo después, mi madre, una bestia eterna que siempre me da a luz, todas las mañanas, como un recuerdo, para sepultarme por las noches antes de irse a la cama. Me encantaría pintar también el eco de mis palabras, dejarlas plasmadas sobre estos muros. Si quieres que te olvide lo haré. Sólo tienes que pedirlo. He envejecido, ha pasado el tiempo como una marea, lo sé porque ya no quepo en mi propia sombra… me he vuelto eterno.

[182 Hinojosa 2]

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¿Te arrepientes de mí, mamá? Me arrepiento de ti. Pero no te odio. Sé que con tus manos diminutas y tus brazos débiles no podrías haber hecho mucho más por mantenerme a tu lado. ¿Qué te costaba sujetar mi brazo un poco más, hasta arrancarlo? Si así lo hubieras hecho sabría que me amabas. Una madre capaz de sujetar a su hijo tan fuerte que llega a destrozarlo es digna de respeto. Pero tú no y aún así no te odio. Me dejaste ir como se ahogan los náufragos vencidos en medio del océano, dejaste que me devorara la vida a bocanadas, tú misma, lo sé, pretendías ahogarte en llantos, aunque ahora dudo que así haya sido. Aquella mañana, cuando los hombres entraron al pueblo, fuiste de las pocas que no me llamó a gritos. Las madres gritaban desconsoladas, regrésense a las casas; hijo, vente; fulano, aléjate de ahí; tú, agáchate…corre. En medio de la plaza no alcancé a escucharte, ¿estabas muda? No quiero creer que hayas olvidado las palabras, porque la gente no va por ahí olvidando cómo se nombran las cosas, la gente no se vuelve estúpida de la noche a la mañana. ¿Qué hacías, mamá, mientras aquellos hombres entraban por todas las calles del pueblo y destrozaban a la gente? A una señora que no dejaba de abrazar a su hijo la dejaron tirada a mi lado, dejaron una parte de su torso, el resto de su cuerpo quedó sembrado entre las piedras quitándole la sed al polvo. Su cara temblaba, pero luchó hasta el último minuto por no soltar a su hijo. Bastó para que me tomaran de la mano y me llevaran con ellos. Pensé que aquella era una película de guerra, me salvaban, creí, todo estará bien. Me subieron a la camioneta, arriba estaban otros que lloraban. Cuando la camioneta arrancó, las mujeres corrían atrás de ella cayendo una tras otra con la cabeza reventada o la cara deshecha, las asesinaban sin más. Había niños que días más tarde llevaban en sus cuerpos los dedos de sus madres pintados en moretes, ni eso tuve para recordarte, ¿me escuchas? Pero no te odio… te llevo guardada bajo mi piel, te comparto un poco de mi sombra.

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[182 Hinojosa 3]

él quería ser profesor él no quería ser profesor o tal vez no quería ser nada o tal vez quería ser todo o tal vez quería huir o quizá deseaba que lo entendiéramos pero lo mejor para él fue estudiar para profesor aunque no le gustara le dijimos que la gente no cumplía todos sus sueños en la vida porque es verdad no podríamos negarlo acaso conocen a alguien que pueda negarlo y esa fue una forma una gran manera de mantenerlo quieto no es que no amara a mi hijo claro que lo amaba quién no ama a sus hijos pero en ocasiones teníamos que hacerlo entender que entendiera algo muy sencillo que para la gente como nosotros la gente como nosotros los sueños son laberintos que nos pueden llevar a la muerte o al olvido él contestaba que también dejar de soñar te podía matar pero esas son estupideces le decíamos dejara de soñar usa la noche para dormir porque los días son muy largos y debes estar despierto me entiendes

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La mierda y la sangre mezclada lo trastorna todo. Así estuvimos varios días, mierda y sangre, dolor… mierda y sangre, llantos. Son hombres, nos dijeron. Eres mi hombrecito, me gritó. Aquellos hombres no eran soldados, pero tenían armas, no eran extranjeros, lo sé porque uno de los tantos que me besó era el hijo de una señora que vivía a unas casas de nuestra casa. ¿Me estás escuchando? Quiero seguir contándotelo todo para ver si despiertas. La primera noche me dejaron en paz, pero no pude dormir porque los niños gritaban, parecían gatos, animales que estaban en celo. Los hombres gritaban que eran nuestros mayores, tienen que obedecernos. Los obedecíamos. La segunda noche dijeron que pronto me tocaría. La tercera noche: sangre y mierda, después comida, luego más dolor que se vuelve costumbre para olvidarse. Por eso da risa la gente que dice: vivo con el dolor de la pérdida. No sea estúpido y acostúmbrese. A los que estaban más grandes los mandaban a los pueblos y a las ciudades para que contaran todo lo que veían. A muchos de ellos, les quitaban la cabeza porque decían que no pensaban; a unos los dejaban sin piernas porque no corrían rápido, a otros más les cortaban la lengua. A mí me cuidaron mucho. No solamente no arrancaste mi brazo, mamá, sino que ningún rasguño me dejaste. Unos así se acordaban de sus familias. Me hice de un papá. Uno que nunca te amó, pero decía desearme con locura. Siempre pensé que el deseo era como amar, pero aún más. Los primeros días a su lado lloraba mucho y él me limpiaba las lágrimas con la lengua porque siempre tenía sed, calor. Siempre serás mío, decía. Él, mi padre, tenía el cuerpo tatuado con los nombres de muchos niños. Todos eran suyos, decía. Por las noches me contaba la vida de cada uno de esos nombres, se puso el mío, se inventaba cómo sería nuestra vida, y supongo que morí con él cuando le dieron un balazo en la cara. Si él tenía mi historia grabada en su cuerpo ahora cuál sería mi herencia. Con su muerte olvidé mi nombre… un niño, un hombre sin nombre. Mierda y sangre.

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La única forma que tuve siempre de saber si continuaba vivo era viendo el reflejo de mi sombra sobre la tierra, sobre el agua, el cemento, la arena. Odiaba los días nublados y la noche porque me limitaban, siempre necesitaba estar bajo un candil de la calle para sentirme vivo. Jugaba con mis manos bajo la luz de una lámpara haciendo figuras para sentirme alegre. Cuando le reventé la cabeza a aquel hombre no tuve miedo sino tristeza. Cayó y aplastó su sombra, jamás se movió. Incluso durante semanas estuve yendo a ver cómo su cuerpo, primero lleno de moscas, y luego de gusanos, permanecía quieto disminuyendo el tamaño de su sombra. Todo muere, pensé. Mamá no me destrozó y mi padre se llevó a la tumba aquellos nombres entre los que estaba el mío. Eres un temporal, dijo alguien, una máquina, dijo otro. Un hijo de tu puta madre, gritaba uno más. Soy un temporal, una máquina, un hijo de mi puta madre. Soy un temporal, una máquina, un hijo de mi puta madre. Todo aquello era mi nombre. De la mierda y la sangre salí yo. Soy un temporal, una máquina, un hijo de mi puta madre. Eres un fenómeno, dijo uno, cuando frente a todos le quité la vida a otros que dijeron ser inocentes. Dime que sigues vivo, ¿por qué no quieres hablarme? ¿Te llevaron con ellos? ¿Te dejaron sin piernas, ni lengua? ¿Te quitaron el alma? ¿Te volvieron una roca con su magia? Yo sé que tú sí eres inocente porque nunca gritaste perdónenme. Nunca ofreciste dinero, no ofreciste la vida de nadie más. No ofreciste decir nombres porque no los sabías, ni señalar lugares porque no los conocías. Rezaste en lugar de gritar, dijiste los nombres de tu familia cuando pediste que no les quitaran la vida los amos. Por todo eso sé que eres inocente y por eso te hablo cuando has decidido no abrir la boca para dejarme saber que estás vivo. Soy un temporal, una máquina, un hijo de mi puta madre. Todo aquello era mi nombre. De la mierda y la sangre salí nací. Soy un fenómeno que destroza todo porque puede y porque todo aquello que es miseria me es propio, como la vida de ustedes.

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[182 Hinojosa 4]

¿Cómo te llamas? ¿A qué te dedicas? ¿A quién le ibas con los chismes? ¿Cuánto te pagaban? ¿A quiénes más espiabas? ¿Para qué los espiabas? ¿Si es que traían dinero qué les hacían? ¿Cómo te dicen? ¿Sabes volar? ¿Y por qué te decían el pájaro, entonces? ¿Cuántos años tienes? ¿Qué quieres decirle a la gente? ¿Qué? ¿Por qué tendrían que perdonarte? ¿Qué más? Alto porque no se te oye. ¿Por qué lloras? ¿Por qué tienes miedo? ¿Por qué te vamos a matar? ¿Por qué te vamos a matar? ¿Porque te pasaste de listo? ¿Por qué no te quieres morir? ¿Cómo se llaman tus padres? ¿Qué les tienes que decir? ¿Por qué no les tienes que decir nada? Despídete. No me quiero morir, dijo. Silencio, le grité… sus ojos se hicieron negros. La infancia es el monumento del romanticismo. Mientras mandaba a ese niño a otro mundo pensé en ti, mamá, en ti, papá, en todos los años que habían pasado desde que me secuestraron del pueblo que fui olvidando. Fue un error, mamá, jamás haberme sacado de ahí porque nunca pude recordar el camino de regreso a casa.

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En ocasiones llueven varillas desde lo alto de este cielo, es un sueño, quizá. Jamás habría imaginado que llovería acero desde el cielo. A veces quiero tomar las puntas de esas varillas y traer a este infierno a quien quiera que las entierre. Hijos de puta, pienso, ni aquí en la soledad de la tierra me dejan descansar. No me gusta escuchar que la gente llora. No puedo arrepentirme de haber nacido, de ser un hijo de puta. Mierda y sangre. Soy un temporal, una máquina, un hijo de mi puta madre. Soy un fenómeno que se destroza a sí mismo. Me traicionaron… te extraño, mamá, jamás deseé empuñar ninguna pistola, ningún rifle, ningún machete. Siempre fui tu niño, pero no estuviste ahí para salvarme. No te culpo, pero aquel día podrías haber dejado el espejo, dejar de verte y amarte en ese espejo. Hablabas con él en lugar de hablar conmigo. Por eso le contaba a mi sombra mis secretos, para que luego ella me contara los suyos. Era impresionante, mamá, cuando mi sombra me contaba los secretos del mundo y los charcos, después me contaba los secretos de la sangre y de los muertos. Y ahora, aquí, abandonado en este agujero, siento que me arrepiento de todo. Me arrepiento de la luz de la mañana, de la luz que me baña, me arrepiento de no saber qué es Dios, me arrepiento del silencio de los caminos. Me arrepiento del mar, de ver el mar, de oler el mar, de sentir el mar. Me arrepiento de las palabras que se intercalan con el tiempo dando vida al amor o al odio. Mamá, me sale humo desde la profundidad de las tripas. Creo que me voy a quemar, pero eso no puede ocurrir. Si eso pasa, me iré corriendo lejos, moviendo los pies en el aire. Oye… ¿me escuchas? ¿Esta es una tumba o una celda, una prisión? ¿Dónde estamos y por qué no me hablas más? ¿Es un sepulcro, verdad? ¿A qué hora nos quitaron la vida? ¿Dónde está mi sombra? En el nombre del padre, del hijo, del espíritu santo, no me sé el resto, mamá, nunca me enseñaste a rezar. Me falta el aire, quiero saber mi nombre… no podría morirme sin saberlo.

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[182 Hinojosa 5]

no es que haya olvidado mi nombre no lo quiero repetir si fuera una palabra mágica tal vez lo repetiría para volver a la vida pero mientras debo permanecer en guardia para que mi madre me encuentre al pie de esta fosa las mujeres los padres y los hermanos ya han pasado por aquí pero cuando entierran las varillas no dan con mi cuerpo y mis manos son apenas viento como para tocarlos como para decirles entierren la varilla un poco más a la izquierda un poco más ahí estoy en ocasiones intento llamarles pero solamente logro hacer que los mechones de sus cabellos vayan de un lado a otro un rumor que se pierde entre los gritos que viajan infinitamente por los ventarrones

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lo primero que les enseñaría a mis alumnos sería que aprendieran a soñar eso es lo único que valía la pena en mi vida en ese momento cuando era niño mis padres me decían que no podía soñar y estoy seguro de que cuando estaba dormido me vigilaban para que no sonriera ningún instante mi padre contaba que cuando era niño nunca supo lo que significaba soñar porque mis abuelos lo dejaban dormir sólo 30 minutos cada dos horas era suficiente con eso lo primero que les enseñaría a mis alumnos sería que aprendieran a soñar no me quedaba otra opción sería un profesor más que no deseaba serlo un hombre más que negocia con sus sueños BÁJENSEDELAUTOBÚSHIJOSDESUPUTAMADRE corrí debajo de los autos mientras la policía municipal nos asesinaba lejos el ejército permanecía quieto los llamé una y otra vez pero jamás nos auxiliaron más tarde entraron a recoger los cuerpos heridos los cuerpos de los asesinados mi cuerpo tampoco en ese momento soñé mientras la sangre de los otros cuerpos que descansaban sobre mí se derramaba pensaba en escapar pero no lo logré no tengo idea del lugar al que nos llevaron pero cuando arribamos estaban varías grúas trascabos y excavadoras nos echaron a un agujero enorme me dijeron que si tenía frío me cubriera con las hojas de los árboles un puño de tierra cayó sobre mi rostro luego la oscuridad la tierra como una marejada me fue ahogando en sus entrañas

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No sé si porque no tengo sombra estoy muerto o porque estoy muerto no tengo sombra y, sin embargo, estoy hablando. Son los estertores, pienso. Sé de lo que hablo. Me recuerdo desnudo, paseando con inseguridad por los caminos de mi casa. Qué suspiro tan genial se da al caminar pensando en flotar, en navegar sin temor por encima del cabello de mamá. Me recuerdo piel a cada momento, a cada instante, piel que se nutre del tiempo. Quisiera deshacer mi vida en pequeños momentos, abrir la boca en el instante preciso en que las palabras se suicidan, intentando hacernos callar. Me recuerdo una bestia que camina a cuatro patas persiguiendo el aroma de la comida, o de la presa. Tengo ganas de ser mi propia presa, acabar conmigo. Mi camino se llama olvido como la sonrisa del niño que fui, lo recuerdo y a cada momento llora. Me he de deshacer polvo a la manera de la marea, un polvo hecho lodo que cubra de recuerdos los cuerpos que he asesinado. ¿De qué medida era el tamaño de tu vientre cuando me diste a luz, mamá? ¿Es diferente la medida de tu vientre cuando pierdes a un hijo? ¿Es diferente? Ahora que armo rostros con la pedacería de los cuerpos de todos los que he asesinado tengo miedo. Encerrado aquí confundo las narices con los pies, los ojos, con los dedos. La vida reducida a un rompecabezas… de rostros que gritan. De madres que se lamentan. Soy un fenómeno, me dijeron: un temporal que todo lo humedece con ese aroma a sangre y a mierda, un hombre sin nombre que si pierde la vida a nadie le importa. ¿Cómo puede un hombre no importarle a otro hombre? Soy la imagen pura de la miseria, una parte de la humanidad que todos olvidan. Tú, allá, al lado, ya has muerto. Ustedes allá arriba déjenme descansar, no laceren mi cuerpo con esas varillas, no me despierten con sus llantos porque no soy su hijo, soy un hombre solitario sin sombra. El retrato del olvido.

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EL HOMBRE QUE VENDE CRÁNEOS No lloren aquí no hay mucho por qué llorar la gente cuando llega hasta aquí tiene las cuencas de los ojos resecas un desierto sobre el rostro yo creo que todos ustedes los que han llegado hasta aquí quisieran entrar mas no tienen nada que hacer en este cementerio aquí no están sus muertos pero puedo ayudarlos aquí traigo una gran variedad de cráneos que he recogido a lo largo de los años yo no sabría decir si les pertenecen a sus hijos pero sé que ustedes necesitan tener algo a que aferrarse y según me doy cuenta también los cráneos están solitarios no sé si me entiendan tal vez sería buena idea que se conocieran aquí están miren son como cien escojan los que quieran por favor póngales nombres si quieren para que sientan que es más personal no sean egoístas escojan un cráneo y pasen al cementerio es el boleto de entrada allá podrán llorar entre los muertos aquí afuera señoras y señores a nadie le importa lo que lloren tome tómelo tenga tome escoja el cráneo que quiera póngale los ojos de su muerto la mirada que retiene la memoria los momentos ahora perdidos la sonrisa las cejas y los gestos las palabras que pueden ser ecos entre las mandíbulas blanquecinas el cabello no baje la mirada que no le dé miedo que no les dé miedo así es como se ven los campos allá lejos llenos de huesos de carne deshecha tasajeada entre las montañas no hay más pastizales ni matorrales sólo cuerpos como abono para las mandarinas

Las fotografías que acompañan este texto fueron tomadas por Pili Pala durante el montaje de Fenómeno.



[182 Abad semblanza]
Hugo Alfredo Hinojosa. Foto: Valeria Zamudio Orozco

Hugo Alfredo Hinojosa es dramaturgo, narrador y ensayista. Pertenece al Sistema Nacional de Creadores de Arte. Estudió filosofía en la Universidad Autónoma de Baja California. Colaboró como autor para la Compañía Nacional de Teatro. Fue becario de la Fundación para las Letras Mexicanas, del Banff Centre for the Arts y del Lark Play Development Center. Formó parte de la Royal Court Theatre como dramaturgo comisionado y en residencia. Es autor de más de una veintena de montajes. Obtuvo el Premio Nacional Bellas Artes de Literatura, en Dramaturgia (2012), el Premio de Periodismo Cultural de Baja California (2021) y el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares (2021). Ha publicado los libros Oeste (2013) y King Kong Cabaret (2021), entre otros. Es director artístico de Calypso Producciones.