Banner del texto Crónica à clef de Luis Felipe Pérez Sánchez

Que hablemos de una crónica o un ensayo o un texto historiográfico sin tener que definir —o sin poderlo hacer— es para mí uno de los méritos de Estrella de dos puntas, este libro que no es de crítica literaria sino, como anticipa su autora en las noticias de las primeras páginas, “la lectura de una o varias pasiones perseguidas con los ojos de la propia pasión”.

El resultado de una larga pesquisa, como responde Malva Flores en sendas entrevistas, da cuenta de la minuciosidad y las varias hipótesis para ¿resolver? ¿comprender? ¿acomodar? la relación entre Octavio Paz y Carlos Fuentes. Pone sobre la mesa los papeles —crítica, reseña, artículos y polémicas, así como correspondencia inédita y textos de archivos privados— y las ideas que nos permiten ver o intuir características, elementos, episodios acerca de la vida literaria, y de la literatura mexicana, más o menos a partir de la cintura del siglo pasado, donde se sitúa la trama de esta crónica.

El libro enfoca y hace close up a la escritura íntima de Paz a Fuentes y de Fuentes a Paz, dos protagonistas de este relato literario o de vidas literarias. La editorial Ariel ha presentado una obra que, sostiene la investigadora, es un acto autobiográfico, aunque se trate de las vidas ajenas reconstruidas a través de la indagación en hemerotecas, fondos privados y bibliografía hecha por estudiosos que dedican sus días y años a lo mismo, una pasión devoradora por Octavio Paz, y, ahora, también, se incluye la figura de Carlos Fuentes, como es el caso del tomo sobre la amistad de estos dos escritores mexicanos.

No hace tanto tiempo leíamos a Valeria Luisselli que, en Los ingrávidos, describe, reflexiona y debate el sentido de la obsesión por autores o protagonistas de la literatura mexicana. Vaya tema: la vida de quienes escriben; los acercamientos y acechos de quienes se dedican a su estudio. Esas apariciones espectrales, ese convertirlo todo en un pretexto para hablar del tema, esa extraña —y a veces banal— desesperación apasionada por las dudas, las ideas y las preguntas que le deja a uno un poema, una novela, una carta, la vida —en sus distintas etapas— de alguien, la comprenderán quienes han terminado escribiendo tesis o papers o ponencias o libros sobre Owen, Villaurrutia o Cuesta; sobre Garro, Paz o Fuentes, tal como Malva Flores y su Estrella de dos puntas.

Continente o archipiélago —de soledades— en el que cada lector encuentra más voces y resonancias, ángulos, pasajes para volver al tema, pienso este libro como un continuador de investigaciones biográficas y literarias como Los contemporáneos ayer que dejó Guillermo Sheridan, un ejemplo de reconstrucción ensayística, estudio de obra y vida de autores y de grupos literarios publicado por el FCE a mediados de los ochenta; o Elogio de la calle de Vicente Quirate, esa biografía literaria sobre la ciudad y los poetas publicado por Cal y Arena en 2001; o el recuento hemerográfico de La construcción del modernismo de Belem Clark de Lara y Ana Laura Zavala Díaz, editado por la UNAM en 2002. Representa una manera de acercarse a temas, que en el esclarecer y discurrir, merodear los datos, deja, en su desarrollo, pensamiento literario, ideas, crítica, ideología, nombres y señas para indagar. Es decir, una conversación sobre literatura y escritores.

Es una invitación a ver en la crítica documental una estrategia para entender un poco más cada vez las posibles respuestas que hay ante un cuestionamiento o un dilema: una revista, una novela, un manifiesto. Frente a los documentos, la propia Malva Flores propone hipótesis que se diluyen unas con las otras, distintos mapas que superpuestos embonan una figura de más dimensiones, una estrella de dos puntas, por ejemplo. Establece un proceso creativo cuyas resonancias las puede uno encontrar, por mencionar un caso, en Cristina Rivera Garza.

De esta forma, estamos ante un tanteo, un ensayo de premisas. Significa un acto comprensivo de momentos que se reconstruyen ecdótica y sobre todo subjetivamente para, al final, ofrecer un objeto visible; un escenario —o varios— que nos permite comprender el argumento de la obra, motivos y conflictos que la suscitaron. También, en algunos casos, posibilidades de un final.

Parece así mismo una estrategia para imponer las ideas sobre unos hechos, de especular, de llenar lagunas o de hacer literatura; de desmitificar y peinar la historia a contrapelo frente a lo que se ha dicho; o de volver, vuelta y vuelta, sobre los datos y obtener las mismas respuestas.

Veo en este ejercicio un modo eficaz para remover las cenizas todavía ardientes de ideas y prejuicios, mitologías y dichos del ambiente cultural. Lo de Malva Flores es la oportunidad para reconocer que hay un debate abierto del que, no sé muy bien por qué, nos sentimos parte y en donde se plantean preguntas como ¿qué sitio ocupa la intelectualidad en México?; al menos es lo que opina Javier Aranda en La Jornada cuando deja unas palabras donde añora la vida cultural de otros tiempos en México.

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Malva Flores, Estrella de dos puntas, México, Ariel, 2020, 656 pp.

Posiblemente sea uno de los factores por los que ha llamado la atención de los jurados tanto del Premio Villaurrutia como del Premio Mazatlán en 2021. Me refiero a la ponderación de personajes públicos a través de los que se puede exponer la forma de actuar de la sociedad artística o intelectual, como dice Alejandro Toledo, que intuye una característica de este libro al notar cómo revive o saca de debajo del escritorio episodios a los que denomina “golpes de pasado”, o sea, la revelación de personajes un poco escondidos detrás de la mitificación gerontocrática y que, en este relato, aparecen, otra vez, petulantes, dubitativos, erráticos, incisivos, en movimiento; lúcidos, ocurrentes, incansables.

En su texto para La Razón, el mismo Toledo destaca la revisión epistolar selectiva a la que pocos, sino es que sólo investigadoras como Malva Flores, pudieron llegar. En ese sentido, el libro en sí mismo es de un valor documental imponderable porque permite acercarse a la verdad a través de la correspondencia, como escribe Eve Gil en La Jornada Semanal. Una verdad provisional, diría yo, pues lo que elabora Malva Flores es un fino ejercicio donde dota de sentido del que carecía a algo que, puesto como un memorama o un rompecabezas extendido sobre el escritorio, se muestra como un retablo.

Aunque podría decirse que tiene más tintes cinematográficos esta historia que, en el índice, da la impresión de ser episódica, tanto como porque siempre están por salir a la luz otras aristas que se quedan fuera de la toma cerrada, con enfoque nítido empero, que ha hecho Malva Flores.

Porque la relatoría y el acomodo de la voz que guía la historia de esta “amistad” es congruente aunque parcial. Con frecuencia podemos notar que con los documentos expuestos la apuesta es, casi siempre, por entender los pasos de Paz más que los de Fuentes, a quien se le dibuja un tanto en perpendicular y como intersección, más que en paralelo al poeta.

Uno, lector voraz de la escritura íntima y de los debates públicos, las esquirlas escritas por otros actores de reparto que escoge Malva Flores, sigue entusiasmado y descubre o reacciona contra lo que propone. El libro provoca. El debate es factible y es un territorio al que se expone la autora, algo que debe de saber.

Por eso no sorprende la reflexión por la que se decanta Ana Clavel en su ensayo para La Razón en el que recuerda a Paz, reflexivo, reconociendo su salida en falso cuando intentó escribir una novela. Quizá por eso hay un síntoma de duda —sin demérito— ante el adjetivo de uno de los jurados de los premios a los que ha accedido el libro cuando afirma la imparcialidad del ensayo sobre la vida literaria y diplomática del pasado mexicano reciente: Paz está en el centro de este libro, ya lo afirma en su reseña Van Delden, que escribe, para Letras Libres, sus impresiones de la lectura. O uno piensa otra respuesta ante la decepción que asume le propició a Paz enterarse que Fuentes hacía la revista Libre junto a Goytisolo.

El texto es de talante historiográfico, pero también es un espejo con memoria que provoca la reflexión de quienes dicen haber estado cerca de alguno de los episodios escogidos para el relato. El caso de Tanya Huntington que, a la vista del libro ganador del Premio Villaurrutia, afirma haber sido testigo de alguno de los san quintines y se dedica a contrastar sus impresiones sugiriendo algunos matices, como la duda legítima de considerar el término “amistad” como el centro de la narración en su reseña para Literal.

La perspectiva ante la lectura de Estrella de dos puntas sugiere incluso que se está ante el relato de las causas de una enemistad o una distancia. Irónicamente, la afirmación de Malva Flores en el título es un pretexto para corroborar lo contrario. Cada desencuentro que propone Malva es, sobre todo, el acercamiento a las razones de por qué Paz y Fuentes no fueron amigos. Es una premisa falsa muy fructífera.

Pero está de más cuando se pone sobre la balanza la información que tiene que ver mucho menos con la camaradería posible entre los escritores que con la construcción constelar y contradictoria de dos carreras literarias que por separado se reconocen incontestablemente como piezas de la historia literaria de México. A través de sus grupos y revistas, puestos diplomáticos e injerencia editorial dentro y fuera de México, participación en universidades y en el debate público frente a la situación del país, polémicas y cotos en pugna, uno puede ver los zigzagueos por el poder cultural desde donde se ha construido la república de las letras con la que tanto soñaba el maestro Altamirano y su llamado a la concordia.

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Malva Flores, ganadora del Premio Xavier Villaurrutia 2021.

La verdad que se busca no es propiamente una revelación sino el sentido que se le otorga a los objetos estudiados en el acomodo, en la forma. Puestos así, los fragmentos de las distintas fuentes a las que tuvo acceso Malva Flores, y frente a las que maniobró hasta acomodar una cartografía, se sostienen. Se trata de un libro premiado por escritores y resulta una lectura intrigante, como de detectives literarios. Es la obra de una escritora que hace legible una obsesión propia y la transforma en una crónica, ensayo o texto historiográfico con la carga de un imán para los intereses de quienes, como Bolaño, por ejemplo, pensamos en claves literarias casi todo el tiempo y, aceptamos, como dice la propia autora, que “la literatura es esa zona de la imaginación que también conocemos como roman à clef”.



Luis Felipe Pérez Sánchez es doctor en literatura hispánica por El Colegio de San Luis. Es autor de Acercamiento a El bar, la vida literaria de México en 1900, de Rubén M. Campos: memorias de un testigo (Colsan/Ediciones la Rana 2021).