¿QUÉ ESTAMOS HACIENDO AQUÍ?

Una vez por semana, preguntas:

¿Quién eres y por qué te ocultas?

Es domingo por la mañana en esta cuna de seda,

y, ay, mi perlita, ya hueles a otra

dulce humedad.

Soy yo, entre las cortinas, detrás del espejo

mirándote con el reclamo a ras de piso.

¿Por qué te niego? Como el marinero

soltarás las amarras, como quien pierde la llave

del bolsillo.

Dejaré el principio en el olvido,

corrijo, los principios. Recordaré

mejor el final.

Llenaremos la 304 de humo y ruido.

En voz alta dirás: quiero un segundo invierno contigo

como si fuera tuyo el verso.

Abrirás la puerta, me dirás de nuevo

desmaquíllate y descalza

treparás a la cama como invitándome.

Nadie nos mirará, excepto por las capas de pintura en la pared

excepto por el piso desgastado y la jarra de agua

a la orilla del buró. Sin embargo sabían,

hay restos de ambas sobre la sábana.

Me pedirás que baje el cierre de tu vestido,

y dirás de nuevo, ¿qué estamos haciendo aquí?

QUE NO VUELVAS

No permanezcas en casa

no tires el lápiz, no lleves el registro

de tus fotografías, no incrustes

la palabra en mi boca. No traces

líneas grises al vuelo.

Olvídate de la impronta,

apártate del garabato. La línea gruesa

y fácil de la culpa.

No mires la imprecisión

del pecho, de mi pecho sin aire. No tires

por la borda el gesto.

Borra el alfabeto propio

la imagen. Del hijo

como ya hicimos antes.

Olvida una vez y otra

el aroma, el timbre, el ulular triste

de la paloma.

Despójate del desastre

de la locura de mí

de mi lejanía, de nuestro lenguaje.

Y, muy por sobre todo,

no digas que ese teléfono jamás sonó

no digas que no toqué a la puerta,

porque lo hice

y fuerte.