'Número cero'
Imagen: Latté.amegs
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Fragmentos de novela

Número cero

De Umberto Eco

LIBREROS Y HALLAZGOS:

Creación y posverdad


“Los perdedores y los autodidactas siempre saben mucho más que los ganadores. Si quieres ganar, tienes que concentrarte en un solo objetivo, y más te vale no perder el tiempo en saber más: el placer de la erudición está reservado a los perdedores.”

Decía Roberto Saviano que en su novela Número cero Umberto Eco había escrito el manual de comunicación de nuestro tiempo. Ficciona la realidad en Italia de 1992 con punzante sentido del humor e indaga en oscuros archivos sobre la CIA, el Vaticano y la vida de Mussolini. En los fragmentos que siguen predominan las recomendaciones dirigidas a la Mesa de Redacción, de boca del personaje director del Domani, un periódico falaz, que está en fase de creación de su número cero y se adelantará a los acontecimientos con base en suposiciones y mucha imaginación —para extorsionar a las altas esferas del poder—, sin reparar casi en el límite que separa la verdad de la mentira.


Claro que también hay una forma de sugerir nombres. Por ejemplo, se puede decir que el sitio en cuestión es absolutamente respetable porque lo frecuentan personajes muy destacados, y uno pone siete u ocho nombres de escritores, periodistas y senadores por encima de toda sospecha. Ahora bien, entre esos nombres se incluye también uno o dos que son homosexuales. No se podrá decir que estamos calumniando a nadie, porque esos nombres aparecen precisamente como ejemplo de personas de confianza. Aún mejor, incluya a algún mujeriego empedernido, de esos de los que se conoce incluso el nombre de la amante. Y mientras tanto, hemos hecho llegar un mensaje en código, quien quiera entender que entienda, alguien se dará por enterado de que, si quisiéramos, podríamos escribir mucho más.

Maia estaba descompuesta, y saltaba a la vista, pero todos estaban excitándose ante la idea y, conociendo a Lucidi, se esperaban un gran artículo debidamente envenenado.


Los periódicos enseñan a la gente cómo debe pensar […]. La gente al principio no sabe qué tendencia tiene, luego nosotros se lo decimos y entonces la gente se da cuenta de que la tiene.


No son las noticias las que hacen el periódico, sino el periódico el que hace las noticias […]. El periódico nos transmite una idea, alarma, un aviso, qué sé yo […]. Fíjense que hacer noticia es una buena expresión, la noticia la hacemos nosotros, y hay que saber cómo hacerla ver entre líneas.


Le hará gracia ver cómo se puede arrojar una sombra de sospecha sobre un juez metomentodo. Tengan en cuenta que hoy en día, para rebatir una acusación, no es necesario probar lo contrario, basta deslegitimar al acusador.


Poco nos falta para imaginarnos que se fuma también sus buenos churros. Esto no hay que decirlo, tiene que deducirlo el lector. Trabaje con estos elementos, Palatino, haga que salga un retrato lleno de matices oscuros, y el hombre queda compuesto.


—Colonna, ¿nos haría el favor de darnos, por decirlo de alguna manera, una buena clase sobre la técnica del desmentido?

[…]

—Bien, pongamos un ejemplo de escuela, no sólo ficticio sino francamente exagerado. Es una parodia sobre los desmentidos que salió hace unos años en L’Espresso. En ella se suponía que el periódico había recibido una carta de un tal Preciso Desmentidillo; se la leo:

Ilustre director:

Con referencia al artículo “En los Idus yo no vi”, aparecido en el último número de su periódico, firmado por Aleteo Verdad, me permito precisar lo que sigue. No es verdad que yo haya estado presente en el asesinato de Julio César. Como puede cortésmente deducir del certificado de nacimiento adjunto, yo nací en Molfetta el 15 de marzo de 1944 y, por lo tanto, muchos siglos después del infausto acontecimiento que, por otra parte, siempre he deplorado. El señor Verdad debe de haber incurrido en un error cuando le dije que siempre celebro con algunos amigos el 15 de marzo del 44.

Es asimismo inexacto que yo le haya dicho posteriormente a un tal Bruto: ‘Nos volveremos a ver en Filipos’. Puntualizo que jamás he tenido contactos con el señor Bruto, de quien, hasta ayer, ignoraba incluso el nombre. Durante nuestra breve entrevista telefónica dije, efectivamente, al señor Verdad que pronto me veré con el concejal de tráfico Filipos, pero la frase fue pronunciada en el contexto de una conversación sobre la circulación automovilística. En ese contexto, nunca dije que estuviera estipulando un contrato con asesinos para la eliminación de ese traidor completamente ido de Julio César, sino que ‘estoy estimulando a un concejal para que se asesore sobre la eliminación del tráfico de la avenida Julio César’.

Le da las gracias y le saluda atentamente
su Preciso Desmentidillo

[…]

—¿Cómo se reacciona ante un desmentido tan preciso sin comprometer nuestra reputación? Aquí hay una buena respuesta:

Quiero remarcar que el señor Desmentidillo no desmiente, en absoluto, que Julio César fuera asesinado en los Idus de marzo del 44. Remarco asimismo el hecho comprobado de que el señor Desmentidillo celebra siempre con los amigos el 15 de marzo del 44. Era precisamente esta curiosa costumbre la que quería denunciar en mi artículo. El señor Desmentidillo tendrá, quizá, razones personales para celebrar con abundantes libaciones esa fecha, pero admitirá que la coincidencia es, cuando menos, curiosa. Recordará además que durante la larga y densa entrevista telefónica que me concedió, pronunció la frase: ‘Yo soy de la opinión de dar siempre al César lo que es del César’; una fuente muy cercana al señor Desmentidillo —y de cuya fiabilidad no tengo razones para dudar— me ha asegurado que lo que César ha recibido son veintitrés puñaladas.


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“Socialmente crítico”, Sébastien Thibault. Imagen tomada de Wihel.de

Insinuar no significa decir algo preciso, sirve sólo para arrojar una sombra de sospecha sobre el desmentidor […]. La insinuación eficaz es la que refiere hechos que carecen de valor de por sí, y que no se pueden desmentir porque son verdaderos.


Y este artículo de hipótesis e insinuaciones se lo encomiendo a usted, Lucidi, que tendrá que ser muy hábil para decir acaso y quizá, y contar lo que de hecho aconteció después. Con algún nombre de político, distribúyalos bien entre los distintos partidos, meta por en medio también a la izquierda, deje entender que el periódico está recopilando otros documentos, y dígalo de manera tal que se mueran de miedo.


Había perdido todas las certezas, salvo la seguridad de que siempre hay alguien a nuestras espaldas que nos está engañando.


Si sabes que te mienten, debes vivir instalado en la sospecha.


Sospechar, sospechar, sólo de este modo se encuentra la verdad. ¿No es esto lo que dice la ciencia que hay que hacer?


· Umberto Eco, Número cero, trad. de Helena Lozano Millares, Debolsillo Premium, México, 2015, pp. 43-44, 49, 54, 57-63, 65, 99, 128, 130, 153.



Semiólogo, filósofo y escritor italiano, UMBERTO ECO (1932-2016) es autor de ensayos sobre semiótica, estética, lingüística y filosofía, y en sus publicaciones en español figuran Obra abierta, Apocalípticos e integrados, La estructura ausente, Tratado de semiótica general, Lector in fabula, Semiótica y filosofía del lenguaje, Los límites de la interpretación, El superhombre de masas, Seis paseos por los bosques narrativos, Historia de la belleza, Historia de la fealdad, Decir casi lo mismo, Confesiones de un joven novelista y Construir al enemigo. Su faceta de narrador inició con El nombre de la rosa, de un éxito sin precedentes, y le siguieron las novelas El péndulo de Foucault, La isla del día de antes, Baudolino, La misteriosa llama de la reina Loana, El cementerio de Praga y Número cero.