Portada del texto 'Tiempo de sobra' por  Juan Carlos Ortega Prado
Foto: Scandinavian Stock

Tiempo de sobra

INTELIGENCIA ARTIFICIAL

Redimensionar el imaginario

Por Juan Carlos Ortega Prado   |    Marzo de 2025

Tener todas las respuestas al alcance del balbuceo es el principio fundacional de la IA generativa, con su vaporosa ligereza.


Me doy siete minutos para escribir este texto.

Pongo el cronómetro.

Le pido al buscador de Google, el de toda la vida, que me dé los estudios más recientes sobre Inteligencia Artificial (así, con mayúsculas reverenciales) en América Latina.

Tiempo de búsqueda: menos de un segundo.

Elijo los dos primeros, el “Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial” (ILIA), de la CEPAL, y “La Inteligencia Artificial en América Latina 2023” (IAAL), elaborado por NTT DATA y MIT Technology Review. No puedo darme el lujo de leerlos. Siete minutos será una eternidad en escala TikTok, pero sigue siendo poco para revisar dos estudios internacionales.

Así que mejor los descargo y los subo a Notebook LM, otra herramienta desarrollada por Google —en colaboración con un experiodista— para organizar notas, ideas y fuentes de información, y escribo mi prompt (así, en inglés reverencial), que dice: “Dame un texto de 10 mil caracteres que resuma y analice las investigaciones seleccionadas”.

Me lo entrega en 40 segundos.

Y ya está, ya acabé.

Me sobra tanto tiempo que parece que podré incluso darme el lujo de leer lo que escribí.

Le echo un ojo y veo, por ejemplo, que México está muy retrasado en lo que a desarrollo de IA se refiere. Del puntaje máximo de ILIA (100 puntos), Chile obtuvo el primer lugar del ranking, con 73.07 puntos, seguido de Brasil (69.30) y Uruguay (64.98). En una siguiente categoría (la de “adoptantes”) aparecen Argentina (55.77), Colombia (52.64) y México (51.40).

Eso es malo; estamos bajos en un subcontinente que, de por sí, va retrasado respecto de Asia, Europa o Estados Unidos. “La tasa de implementación de esta tecnología en la región es de 37 %, frente a 42 % global”, según IAAL. ¿El principal reto para los latinoamericanos? La falta de talento especializado, leo.

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Foto: Charles Taylor

Eso sí, en México iremos lento en la creación de IA, pero nos encanta usarla. Somos uno de los países que más emplean ChatGPT en el planeta.

Pero regresando a lo mío: debo admitir con pesar que mi texto necesita más referencias. Me daría pena entregar un artículo que se basara sólo en dos papers, qué pensarían de mí. Hablando del rey de Roma, justamente pienso en preguntarle a ChatGPT, de OpenAI, pero descarto la idea con rapidez. Es bien reconocida su tendencia a inventar autores, libros, revistas, investigaciones y cuanta bibliografía se le solicite. Cuando se le hace ver su mentira, reacciona con galana bravura, mintiendo aún más, o con vaporosa ligereza, pidiendo perdón y olvidando todo en el momento. Gemini (antes Bard) tiene mejor reputación, pero también canta mal las rancheras.

Parece que una mejor opción será Storm, un asistente virtual desarrollado por investigadores de Stanford, que husmea en papers y revistas indexadas reales y ofrece un abanico de referencias verdaderas, incluso de excelente calidad. Horror de horrores, eso sí: requiere una mínima paciencia para aprender a usarlo, así que quién sabe qué futuro tenga ese engendro. Lo digo porque, claro, parece contravenir el principio fundacional de la IA generativa: tener todas las respuestas al alcance del balbuceo.

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Imagen: IA

Además, Storm es lento. Le toma tres minutos concluir su trabajo. Y para agregarle crueldad a la ignominia, el resultado es aburrido. Entrega textos tipo Wikipedia. En contraparte, me ha dado un índice espectacular, que incluso contiene entradas raras como “gobernanza de IA”, “déficit regulatorio” y “desarrollo de redes neuronales”. Y, por supuesto, las mejores 30 referencias que pudo encontrar. Así que a copiar y pegar.

La última cosa mala es que Storm sólo trabaja en inglés, así que tendré que acudir a otro motor de IA: Translate, uno de los más empleados en el mundo. Esa conocidísima herramienta de traducción de Google lo hace muy mal con muchos idiomas minoritarios, pero extraordinariamente bien si una de las lenguas del intercambio es inglés y, la otra, una megalengua como el español, el francés o el italiano. Ahí su precisión es muy alta.

Hecho.

Me queda todo un minuto, ¿qué hago? ¿Mejoro mi obra o me pongo a ver reels? La responsabilidad vuelve a triunfar y decido que daré lo mejor de mí hasta el último instante.

Pienso entonces en ilustrar mi texto. Usaré Canvas para refinarme unas infografías, MidJourney para cocinar una ilustración. Debo evitar, eso sí, pedirle que dibuje manos, porque las que hace siempre parecen tentáculos gangrenados.

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Imagen: IA

Y, caray, ahora que lo pienso, creo que también debería cuidar que no se robe ilustraciones originales. Pero no sé cómo. Sé que las herramientas de inteligencia artificial simplemente revuelcan obras originales, a las que no dan crédito y con las que lucran, pero no sabría qué motores usar para evitar este fenómeno. Existe, claro, la posibilidad de utilizar motores “cerrados” (como algunas versiones que ofrecen ChatGPT o Meta), que no empleen la información que yo voy suministrando prompt a prompt, pero no sé cómo pedirles que por favor no se roben cosas para hacer “mis” creaciones. XD

Este es un problema gordo. Tiene que ver con derechos de autor y ya ha generado demandas millonarias. Penguin Random House UK, por ejemplo, fue demandada por usar imágenes generadas por IA en la campaña publicitaria de un libro; The New York Times se querelló con ChatGPT por utilizar miles de sus artículos para crear sus textos, y, en 2023, los escritores George R. R. Martin (autor de Game of Thrones), John Grisham y Elin Hilderbrand denunciaron a OpenAI por violar sus derechos de autor y por el “robo sistemático a escala masiva de sus obras”, según reportó Nelly Acosta en El Economista.

Por estas razones, casi todos los grandes conglomerados de medios ya han emitido sus directrices respecto del uso de IA, que llamativamente son bastante restrictivas y conservadoras. Se entiende que así sea, entre el susto inicial que produce toda tecnología disruptiva y la inmensa necesidad de proteger como felino sus contenidos, que son el oro del siglo XXI. Sea como sea, es probable que aquellos actores más dinámicos o con menos escrúpulos arrasen en las industrias que, por proteger contenidos y datos personales, demoren en arrojarse de cara al abismo de la IA.

Por supuesto que estos problemas parecen pequeños a la luz de otros como el phishing (que consiste en suplantar la voz, el rostro o la identidad de alguien para, por ejemplo, vaciarle las cuentas bancarias) o el deep fake, que puede destruir la vida de una mujer al “convertirla” en actriz porno.

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Foto: Weerapat Kiatdumrong

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Foto: Viacheslav Popov

Pero es que incluso hay riesgos mayores. Desde hace años, en varias instituciones y universidades del mundo hay grupos de trabajo que analizan los “riesgos catastróficos” relacionados con la IA. ¿Control mundial de sistemas de seguridad por parte de una superpotencia, como Estados Unidos o Israel? Sí, es un riesgo real. ¿Detonación de una guerra nuclear por la decisión de una IA mal (o demasiado bien) entrenada? Riesgo real. ¿Desabasto mundial de alimentos por decisiones viciadas en las cadenas de suministro? Real.

Ni hablar de la posibilidad de que, clic a clic, con gusto entreguemos nuestras vidas (computacionales y reales) a los corporativos de manejo de datos, y que terminemos abrazando nuestra esclavitud digital en forma de videojuegos, redes sociales o tiendas virtuales, comenta el físico mexicano Erik Huesca.

Y hay otro conflicto respirándonos en la nuca, me explica una de las varias IA que todos cargamos ya en el celular, la de WhatsApp. (Le podría haber preguntado también a Grok, la IA de Twitter, pero creo que Elon Musk es un mayor peligro para la humanidad que todas las IA juntas, así que paso):

Ese problema es que la IA traga como si nos odiara. Me explico: necesitamos alimentarla con cantidades bestiales de energía eléctrica y de recursos computacionales, particularmente memoria, procesadores y superconductores. Y eso cuesta. La huella de carbono es gigantesca, ¿y la factura?, la pagarán el medio ambiente y la brecha digital, que crecerá entre quienes puedan solventar los inmensos centros de procesamiento de datos y los que no. Te estoy viendo, México.

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Imagen: IA

Si esto llega a ocurrir, ¿sería buena idea que Hashem Al-Ghaili, biólogo molecular yemení, castigara a los responsables en su proyecto Prisiones del Futuro, que imaginó en 2022? Su plan consiste en implantar un chip en el cerebro de los presos, que “gracias” a una IA sufrirían todo el dolor que padecieron sus víctimas. ¿Cómo cuantificaría el sufrimiento de los afectados por el cambio climático, por ejemplo?

Claro que no sería la “IA generativa” (la de ChatGPT) la que provocaría estos problemas; es que la IA es mucho más. Si no, que se lo pregunten a los ganadores de los premios Nóbel de Física y de Química de 2024, quienes literalmente ganaron esos galardones por los avances que propusieron en redes neuronales y plegamiento de proteínas, que consiguieron con otros tipos de inteligencia artificial.

Y hablando de “literalmente”, ¿será que alguna vez el Nóbel de Literatura recaiga en una obra construida por IA? ¿Tal vez me lo darán a mí por este textazo?

Apenas hace un año, poco más, aparecieron las primeras novelas escritas en su totalidad (o casi en su totalidad) con IA. (Se entiende, la versión con procesamiento de lenguaje natural de ChatGPT recién arrancó en noviembre de 2022.) Se trata de La muerte de un escritor e Iris. Y de hecho, el primer trimestre de 2023, Amazon ya reportó la llegada de 200 obras escritas con IA a la plataforma. Un año y medio después –y ante el crecimiento desbocado del fenómeno–, la empresa de Jeff Bezos determinó que cada autor (por decirle de algún modo) puede subir sólo tres obras generadas por IA a Amazon… cada día.

Como sea, hasta el momento las novelas hechas con inteligencia artificial están escritas muy correctamente. Pero si hablamos de arte, decir que algo está “correctamente hecho” es casi un insulto. Uno no suele buscar corrección en una escultura o una obra de teatro, sino incendio y verdad. Y de eso, poco o nada.

En lo que atañe a la escritura, entonces, la IA generativa hoy es muy buena para traducir, generar ideas básicas, ayudar a crear guiones y apoyar en la estructura, la talacha y los rounds de sombra, pero aún está lejos de producir obras ya no digamos magistrales, sino interesantes. Lo cual no es malo para los artistas.

Pero evidentemente sólo es cosa de paciencia. La criatura apenas cumplió dos años en noviembre. ¿Qué hará cuando tenga 3 o 30?

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Foto: Irochka

Y ya está. Fin. No tardé siete minutos en escribir este texto, pero sí en investigarlo, documentarlo, estructurarlo y revisarlo.

La IA Fireflies me dice que usted ha tardado más en leerlo.







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Foto: Cortesía del autor

Editor de Grijalbo Actualidad y Debate en Penguin Random House, JUAN CARLOS ORTEGA PRADO publica libros de periodismo, política, divulgación de la ciencia, historia, biografía, economía y ensayo. Fue editor Nacional del semanario Proceso durante cinco años y editor de portada de Excélsior. Egresó de Letras Hispánicas en la UNAM, con especialidad en Lingüística; es maestro en Periodismo Político por la Carlos Septién, y tiene un MBA y un máster en Business Intelligence por la Escuela Europea de Negocios de Barcelona. Fue becario en la Fundación Prensa y Democracia de la Universidad Iberoamericana. Ha impartido conferencias, clases, talleres y cursos en universidades de México, Francia y Cuba. Se derrite al contacto con el ajedrez, el paracaidismo y, por supuesto, los libros.
@JCOrtegaPrado
FB: Juan Carlos Ortega Prado