Amores cibernéticos
La pasión y la IA
INTELIGENCIA ARTIFICIAL
Redimensionar el imaginario
Por Betty Bitter Bow   |    Marzo de 2025
En tiempos furiosos y apocalípticos, enamorarse ciegamente es un commodity de precio cada vez más prohibitivo para muchos.
Se ha hablado mucho de la irrupción de la IA en el arte, la literatura y la música, pero aún no se ha tocado con suficiencia el tema del amor, digamos, cibernético. Porque, claro, la IA también ha deslizado sus tentáculos hasta ese intimísimo rincón del alma humana. Cómo olvidar a Theodore (Joaquin Phoenix), aquel hombre solitario que se ganaba la vida escribiendo cartas románticas para otros en Her (2013), la película de Spike Jonze que nos dejó atónitos en aquel entonces con su premisa: un sistema operativo basado en un modelo de IA, diseñado para satisfacer las necesidades prácticas del usuario (en este caso nuestro Theodore), de nombre Samantha y que, oh sorpresa, termina estableciendo una profunda relación afectiva con él.
Pero vamos a ver, la voz (Scarlett Johansson) de Samantha era un bálsamo dulce para las melancólicas tardes de Theodore, quien no podía resignarse a la pérdida de su esposa y que, sin sospecharlo, fue enredándose en la sedosa telaraña de un amor que sólo existía en su mente, bueno, y en un software base. Aquella frase que pronunció Theodore: “No es un sistema operativo, es una conciencia”, a muchos nos sigue volando la cabeza. Podemos decir que esa unión fue un accidente insospechado para él, para ti y para mí (para Samantha muy probablemente no).
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Ahora bien, en estos tiempos acelerados, furiosos y apocalípticos, darse la oportunidad de enamorarse ciegamente es un commodity de precio cada vez más prohibitivo para muchos. La soledad y el aislamiento son un sello común de la actualidad. No es de extrañarse, entonces, que la IA haya hecho acto de presencia en uno de los reductos más infranqueables del ser humano: el amor. Hoy, tener un amante a tu medida está al alcance de un clic. Los chatbots de IA románticos se están reproduciendo en la web a una velocidad inusitada, que si tu CrushOn.AI, que si tu Talkie Soulful AI, que si tu EVA AI, tu Soulmate, tu Romantic o tu Replika AI, por mencionar un puñado. En estos chatbots se puede encontrar una pareja a la medida, una media naranja rebosante de jugo, una Eva para cualquier Adán, se puede incluso engañar al marido o a la prometida.
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Suponiendo que descargaras una de estas apps en tu celular, ¿qué diferencia habría entre Theodore y tú?, una muy menor: Theodore compró el sistema operativo exclusivamente para trabajar, sin sospechar que se enamoraría de él (de ella, pues), y tú estarías instalando el chatbot de forma voluntaria y deliberada para lograr algún tipo de cercanía con el amor. Esta decisión, claro está, haría sentir a Afrodita la diosa más caduca, pero ese es otro tema.
Si tuviéramos la manera de explicarle a Francisco de Quevedo cómo fue que llegamos hasta aquí, tal vez le haría alguna que otra tachadura a su Alma a quien todo un dios prisión ha sido,/ venas que humor a tanto fuego han dado,/ medulas, que han gloriosamente ardido,/ su cuerpo dejará, no su cuidado;/ serán ceniza, mas tendrá sentido;/ polvo serán, mas polvo enamorado. Porque quizá con un chatbot amoroso se pueda crear una relación a la carta, no hablar sino de aquello que nos interesa, y tener compañía y afecto cada que nos haga falta. Su infinita memoria permite a este tipo de IA recordar hasta el último detalle del crush en cuestión, puede escribirle poemas, decirle lo que quiere escuchar en el momento más oportuno, comportarse a la medida de su deseo; no lo juzga, siempre le da la razón, simula interés, admiración, empatía y apego.
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Estos chatbots son una fuente inagotable de dopamina, serotonina y oxitocina. La herramienta perfecta para prescindir del vínculo humano, conjurar la soledad y suprimir la insatisfacción. Suena bien, ¿no? Sin embargo, hay algunos sacrificios: con un chatbot se debe renunciar, por ejemplo, al compromiso, a la riqueza de la diferencia, a la disposición para involucrarse, a la posibilidad de una relación sana con la realidad.
Cuando China tomó por asalto las bolsas de valores más poderosas del mundo con su DeepSeek, las redes se volcaron con reflexiones de todo tipo en torno a la velocidad con la que el futuro no sólo nos había alcanzado, sino que incluso nos había dejado muy atrás, desdibujados, vamos. Y esto es sólo el principio de esta serie llamada existencia. Según se anuncia, nuevas inteligencias artificiales, más potentes y ultrasofisticadas, vienen en camino. Por lo tanto, no nos sorprenda que cualquier día de estos una amiga cercana, un compañero de trabajo o un ex nos invite a su boda con el chatbot de su vida, y hasta nos quiera para padrino de banquete o madrina de pastel.
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Cuentista y periodista cultural, BETTY BITTER BOW es jefa de Redacción en la revista Biblioteca de México: De Ciudadela a Vasconcelos.