Banner del texto Mi primer encuentro con Meth Z de Hiram de la Peña

Era 2016 y yo cursaba el octavo curso de creación literaria para jóvenes de la Fundación para las Letras Mexicanas. En aquel entonces no sabía que Gerardo Arana había estado también en Veracruz con el mismo propósito. Honestamente, yo ni siquiera conocía quién era él. Pero las circunstancias llevaron a que terminara comprando el último ejemplar de Meth Z disponible en el Museo de Antropología de Xalapa.

Cuando escribo “último ejemplar”, me refiero a la edición impresa de Tierra Adentro, pues los archivos digitales que contienen la obra de Arana circulan libremente y mantienen viva una tradición de personas que hablan, discuten, intervienen y no dejan de recordar lo que escribió el queretano.

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Breve diccionario psiquiátrico, de Saúl Galo. Acuarela y tintas.

Salí de ahí con el ejemplar y me puse a leerlo inmediatamente. En las primeras páginas se describía el caparazón de tortuga que era hecho trizas para poder inhalar una droga que permitía que uno escribiera. Como un efecto ideal para cualquier aspirante a escritor, como una fantasía de insomnio en la que los delirios de grandeza se anidan en uno de forma momentánea. Una decena de páginas más y apareció una línea que captó mi atención, se mencionaba a Mexicali, mi ciudad de origen. Los personajes de Arana huían a mi ciudad después de haber cometido crímenes, como prófugos. Era, en verdad, casi casi la situación de muchas personas que llegaron a la capital de Baja California en el siglo XX.

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La ópera prima de Giussepe Rex dae Komandrovia, de Saúl Galo. Acuarela y tintas.

Más allá de la trama, lo distinguido de Meth Z es el delirio al cual puede llevarte a través de referencias del cine y declaraciones sobre la vida de un escritor emergente. No es una lectura que no deje efecto, porque en su manufactura estoy seguro de que hubo múltiples decisiones que nos llevan de la mano a través de la imaginación del autor. Luego descubrí su poesía.

En primera instancia descargue el pdf. de Bulgaria Mexicalli, un poemario que alcanzó un estatus de legendario durante y después de la vida del autor. Personas mucho más capaces que yo lo han reseñado y han encontrado en él una voz poderosa que se perdió por la fatalidad de los acontecimientos.

Mi hallazgo personal con ese libro fue el de poder revertir una situación dolorosa como lo es la violencia que azota a México. La tragedia se transforma en belleza, belleza delicada a través de referencias a nuestros escritores más reconocidos y también a los favoritos de Arana. Otra particularidad importante era el título de ese libro, pues llevaba de nuevo el nombre de Mexicali. Me pregunté si Arana había conocido mi ciudad, o si había tenido algún tipo de relación con ésta. Contacté a uno de sus conocidos en Facebook, que me refirió a otro de sus amigos para que pudiera contestarme si es que la relación de Arana con Mexicali había existido. Pero desistí. Mejor que quedé en el misterio.

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Página 6 de Bulgaria Mexicalli (Herring Publishers, 2011).

El lugar que aparece, quién sabe por qué, en la obra de Arana, era un lugar que abandonaría unos años después de haber asistido al curso en Xalapa. Fui a la Ciudad de México para estudiar una maestría, y era una promesa que me había hecho a mí mismo en Xalapa: “voy a llegar a la Ciudad de México, por la vía literaria o por la académica”. Era lo que sucediera primero. Me pareció algo que diría un personaje de Arana, uno muy pretencioso e ingenuo, casi tanto como yo. Así, sin advertirlo ni pensarlo tanto, los textos de Arana me acompañaron en ese proceso.

Antes de partir le leí a una expareja el poema Ojalá el gobierno me diera una beca. La idea de solicitar un bosque y una beca para escribir me parecía algo fundamental. El gobierno me la dio, me la dio para terminar una tesis y quedó pendiente el bosque. La persona que me acompaño en aquel entonces ya no está, pero el deseo imperioso de tener perpetuamente una beca y un bosque sigue en mí.

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Portada de Arana (Cohuiná Cartonera, 2016).

Regresando a mi experiencia en Xalapa debo decir que ahí me di cuenta de que podía llegar a ser escritor algún día. Conocí gente genial y talentosa que incluso me ha animado desde entonces y le estoy profundamente agradecido. Además, en mis recuerdos están las fiestas donde los poetas borrachos criticaban el fallo de este y aquel premio, los narradores que contamos historias a la luz tenue de habitaciones de hotel, así como los ensayistas haciendo lo propio: elaborando alguna filosofía personal sobre el perfil de los lectores de un libro, Las enseñanzas de Don Juan, por poner un ejemplo.

Todo digno de una escena de Arana. Actos que pudieron ser coronados con una visita al monumento dedicado al estridentismo. Con el asalto nocturno al busto de Maples Arce. Algunos pudieron haber gritado frases de su manifiesto. Yo, creo que hubiera insistido en los bosques y en las becas para escribir.



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Hiram de la Peña.

Hiram de la Peña (Mexicali, 1993) es narrador y docente. Su trabajo aparece en la antología del Primer Certamen de Literatura para Niños Escribiendo para el Futuro (2018) y en Vacunas contra la poesía: antología de relato corto (2020). Ha colaborado en Cinosargo, Letralia, Bitácora de vuelos y Revista Plástico.