Banner del texto Maus, otra vez. Jorge Flores, Blumpi

Hace años que no hablábamos de Maus. Porque es canon y se da por hecho su importancia e, incluso, su existencia. Está ahí, en la cumbre de los grandes libros, de los grandes cómics. De las grandes novelas gráficas, ese término que gustan de usar quienes normalmente no leen cómics.

El libro de Art Spiegelman que narra la historia de su familia en los campos de concentración nazis y, más que nada, la relación con su padre Vladek, no siempre ha gozado de la simpatía de todo el público. Está, por supuesto, aquella derecha reaccionaria que recientemente ha prohibido que el libro se le dé a leer a alumnos de 13 años de una escuela de Tennessee, tema del cual hablaré más adelante y que es el pretexto para este ensayo. Pero también está, en otro polo, aquel grupúsculo que siente que alguien le ha estado vendiendo la idea de Maus como gran obra de la literatura universal y siente enfado por ello. O quienes consideran que el premio Pulitzer que recibió en 1992 —el primer cómic en lograrlo— es injusto.

Maus ha tenido un impacto mundial mucho más grande que el que jamás esperé”, explica un Art Spiegelman ataviado con una máscara de ratón, en la introducción de MetaMaus, libro en el que, a través de archivos, audios, videos, notas, bocetos, entrevistas y referencias, vuelve a explorar a profundidad el impacto de su trabajo. “Hace 25 años”, continúa, “sólo habría tenido la esperanza de que alguien lo descubriera después de mi muerte” (MetaMaus, 2011, p. 8).

“El tema de Maus es el rescate de la memoria y, básicamente, la creación de la memoria. La historia de Maus no solo es la historia de un hijo que tiene problemas con su padre ni solo es la historia de las cosas por las que pasó un padre. Es acerca de un caricaturista tratando de visualizar aquello por lo que pasó su padre”. Porque los aspectos formales del lenguaje del cómic importan. Cómo se narra una historia con las herramientas, argucias y artefactos con los que cuenta un dibujante de cómics. Y, sobre todo, el enfoque. Porque Maus podría haberse tratado de cualquier otro acontecimiento histórico si Spiegelman hubiera nacido en cualquier otra década: la gran depresión, la guerra de Vietnam… la mella que causó tiene que ver con la forma y la expresividad tanto de sus trazos como de la narración. Es ese conjunto el que tanto impacto causó en el público y que llevó a que el consejo escolar del condado de McMinn, en Tennessee, prohibiera su lectura a principios de este año.

Imagen

La decisión de retirar Maus de la lista de lecturas de los estudiantes de secundaria no tuvo, contrario a lo que podría suponerse, una motivación antisemítica, como el mismo Spiegelman confirmó a Vulture en una entrevista bastante sardónica, por cierto, publicada el 14 de febrero de 2022. La prohibición la detonó la representación del suicidio de la madre de Spiegelman. Publicado originalmente en 1973 en el periódico subterráneo Short Order Comix #1 e incorporado en el primer tomo de Maus, dicho pasaje muestra el momento en que Vladek encuentra a su mujer Anja con las venas cortadas y con una botella de pastillas vacía cerca de su cuerpo. Art, confundido, molesto y adormecido —así lo describe él mismo—, reacciona llamando a su madre una perra y a su padre un asesino (“Prisoner on the hell planet. A case History”, Maus: A survivor’s tale. Vol. I: My father bleeds history, 1991, p. 100). Además, se pueden ver los pechos desnudos de su madre mientras yace muerta en una bañera llena de sangre. Demasiado para los padres de familia de McMinn, pues, “En lugar de tratar con respeto a su padre, lo trata como si él [Art, el hijo] fuera la víctima”, como expresó uno de esos afligidos padres.

El libro no ofrece confort ni catarsis al lector, y esa es la razón que atribuye el autor a que haya sido prohibido. “Quieren enseñar el Holocausto, solo que quieren enseñar una versión más amigable”. Pero no hay manera amigable de referirse a un hecho personal tan traumático, a menos que seas un autor de libros de autoayuda. “La Guerra”, tal como se referían sus padres al Holocausto, era un acontecimiento del que se hablaba vagamente y sin contexto frente al joven Art. “La gente no quiere saber de esas historias” fue lo que su padre le dijo al empezar a narrar la historia a su hijo. Y, sin embargo, consideraba que conocerla era su derecho de nacimiento. Con un caset de Comedian Harmonists1 puesto de fondo, Spiegelman fue desarrollando no solo uno de los cómics más reconocidos, sino su primer gran intento por realizar una obra más ambiciosa. Hasta antes, había estado jugueteando con aspectos formales en experimentos gráficos, pero no se había sentido listo para ponerse al servicio de la narrativa. Se encontraba, como lo define, en su “periodo intrauterino”, en el que aún no encontraba una voz propia y dependía de las referencias y la influencia que recibía de otros artistas. Con Maus “la historia era central y estaba aceptando algo a lo que me había resistido por años y que es que los cómics son, primordialmente, un medio narrativo [...] Si me iba a poner al servicio de una narrativa, tenía que construirla de tal manera que alguien pudiera cruzar a través de ella” (“Art Spiegelman”, The Comics Journal 180, septiembre de 1995, p. 76).

Imagen

Son habituales los autorretratos en los que Art Spiegelman —nacido Itzhak Avraham ben Zev— se dibuja a sí mismo en medio de un ataque de pánico, sudando copiosamente, mordiéndose las uñas. O, más bien, intentando hacerlo, como en su cómic de 1975, “Real Dream”, en el que le comienzan a crecer hombrecillos y mujeres en cada dedo. Personajes que, encima de todo, lo juzgan severamente: “¡Se cree artista!”, “¡Farsante psicópata!”, “¡Judío!”, le gritan (“Real Dream”, Breakdowns, 2008). Siempre intranquilo por cualquier situación, grande o pequeña. A fin de cuentas, como escribió Paul Auster, “Spiegelman quiere preocuparse. Es su trabajo. Ha abrazado la preocupación como la vocación de su vida, y se inquieta por la injusticia que percibe en el mundo, echa espumarajos con diligencia al ver las locuras y estupideces de los hombres que ocupan el poder; se niega a tomarse las cosas con calma” (“El arte de la preocupación”, Ensayos completos, 2014, p. 607). Algunas veces por eso, otras por entregarse a una narrativa que desafíe el pasado y, sobre todo, su pasado.

1Grupo vocal alemán que gozó de gran popularidad antes y durante la Segunda Guerra Mundial. Integrado por judíos y no judíos hasta que las leyes prohibieron a arios y judíos trabajar juntos. Sus canciones funcionaron como el fondo musical ideal para que Spiegelman desarrollara una historia como Maus pues “Era el matrimonio perfecto de culturas que fue destruido por la Segunda Guerra Mundial, música perfecta para Maus” (p. 106).


Jorge Flores, Blumpi (Ciudad de México, 1978), es ilustrador, dibujante de cómics y periodista cultural. Su trabajo ha aparecido en Letras Libres, Replicantez, Vice, Noisey, Este País, Tierra Adentro, Reporte SP, Milenio Diario, Milenio Semanal, Sopitas, Código Espagueti, Vans, Etcétera, Complot, Moho, Gorila, Virus y Yaconic, así como en los suplementos El Cultural (La Razón), El Ángel (Reforma) y Traspatio (Milenio). Es autor del libro de ensayos sobre cómics Apuntes sobre literatura barata (Fondo Editorial Tierra Adentro, 2012). Es el primer periodista mexicano en entrevistar al caricaturista underground Robert Crumb. Es editor asociado de la revista Biblioteca de México.