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Foto: Olga Ovchinnikova

Editorial

LA CIUDAD Y OTROS DEMONIOS

Por Claudia Sánchez Rod   |    Mayo de 2025


Las páginas de la Historia nos orillan a concluir que el ser humano nació con la necesidad apremiante de protegerse de los demonios: tanto los del mundo exterior, como los que habitan la psique. Y qué mejor refugio que una ciudad, el abrigo y el pan asegurados en cada amanecer. Fue descubrir que un puñado de semillas ofrecía el sustento necesario y dejar así de ser nómada de los caminos para convertirse en nómada de sí mismo y, con ello, revelarse como el artífice de una portentosa civilización.

Ir de Jericó, la urbe más antigua de la que haya noticia, hasta Neom, la metrópoli hipertecnológica en ciernes de Arabia Saudita, de alguna manera es hacer un recorrido por nuestro interior. Calles, pórticos, torres: imperios construidos que esconden tras sus muros un número infinito de sueños, desamores, victorias y derrotas, ascensos y decadencias. Más que una estructura física, la ciudad es un espejo del alma humana: en ella se cuecen a fuego lento la melancolía, el exceso, la poesía más rudimentaria y la más sublime: demonios con los que hemos aprendido a convivir y en más de una ocasión hemos hecho las paces.

El caos y la incertidumbre nos vienen desde Babilonia, Atenas o Roma, centros de conocimiento y poder que llevaron al hombre a tocar fondo. Las metrópolis siguieron creciendo y la modernidad nos trajo como regalo un fenómeno paradójico: la soledad entre las multitudes. La incesante transformación del escenario urbano se convirtió en un caldo de cultivo para el aislamiento emocional. Baudelaire dio forma a esta idea con el flâneur, un solitario recorriendo la ciudad, observándola sin ser parte de ella.

Las grandes metrópolis del siglo XX no dejan duda de la alienación y, con sus inagotables posibilidades de interacción, acaban hundiendo en el anonimato más asfixiante a (casi) todos sus habitantes. La identidad se diluye en un laberinto de edificios, códigos postales y pasos de cebra, el individuo se pierde en la muchedumbre de las horas pico. El vacío abre bocado y, si acaso, puede ser contenido con vasos de whisky, un cigarrillo tras otro, líneas de cocaína, tachas y ansiolíticos: la evasión perfecta de la presión en las capitales o del desencanto de una vida que no sabe de pausas.

Curiosamente, esa melancolía ha dado origen a proezas artísticas, literatura forjada al amparo de las ciudades. La complejidad humana en Víctor Hugo y su París personal, en Fitzgerald y Nueva York, en Londres y Dickens, en Dublín y Joyce, en Borges y Buenos Aires; relatos inolvidables han nacido de la euforia y la desesperación de recorrer los laberintos físicos, mentales y metafóricos de las urbes.

Las ciudades seguirán su evolución enloquecida, pero la esencia humana permanecerá en sus callejones y escribirá la pesadumbre citadina para la posteridad. Cada vez que alguien camine por ahí de madrugada, la calle reflejará subrepticiamente nuestra búsqueda de sentido.

En el número 188 de la revista Biblioteca de México: De Ciudadela a Vasconcelos, hemos querido acercarnos a la oscura magia de la ciudad y sus demonios a través de las lentes de Paul Auster, Xhevdet Bajraj, autores mexicanos de los siglos XIX y XX, Janet Frame, Borís Pilniak, Jorge Luis Borges, William Burroughs, Malcolm Lowry y otras interpretaciones de las urbes que se han convertido en el palimpsesto de todas sus historias.