Editorial
MEMORAMA
Por Claudia Sánchez Rod   |    Septiembre de 2025
Memorama es un pequeño tributo a esa facultad misteriosa y esencial del ser humano. Desde una perspectiva filosófica, la memoria puede entenderse como un elemento que sostiene nuestra identidad a través del tiempo. De acuerdo con San Agustín, la memoria es una “caverna del alma” a la que va a recalar todo lo vivido. El pensamiento moderno, en cambio, la concibe como algo más complejo que un simple archivo: una fuerza vital, dinámica, que sirve como un puente con la conciencia.
Históricamente, la memoria ha forjado los cimientos de la cultura. Antes de la escritura, los relatos orales, los cantos y los rituales eran el vehículo natural para transmitir la historia de una generación a otra. Las civilizaciones más antiguas intuyeron que para conjurar el olvido, el caos y la muerte era preciso recordar. Desde este un punto de vista, la memoria colectiva fue dando forma al sentido de pertenencia. Fotografías, archivos, monumentos, objetos, libros, instrumentos: todo intento por preservar el pasado es una reafirmación del presente y una manera de invocar el futuro.
Sin embargo, más allá de la filosofía y de la historia, la memoria es esencialmente personal. Cada recuerdo que nos habita moldea nuestra autopercepción más recóndita. La infancia, los afectos, los días maravillosos, los días funestos, las pérdidas, los triunfos, los fracasos: todas esas instantáneas constituyen el mapa íntimo de lo que realmente somos. La memoria, no obstante, es una copia infiel de la realidad: es una edificación en permanente remodelación, a veces es frágil, a veces obstinada y casi siempre selectiva. Puede suceder que olvidemos lo esencial y recordemos lo superfluo, pero con todo y esa imperfección, la facultad de recordar es nuestra brújula, nos da sentido y orientación, nos sostiene como civilización, como sociedad y como individuos: la memoria es un puente que une lo que fuimos con lo que somos y lo que desearíamos ser.
Quien se dé tiempo de acercarse a nuestro Memorama encontrará distintas formas de pensar y vivir la memoria: desde la reflexión política de Federico Bonasso ante la distorsión y el negacionismo hasta las evocaciones literarias de Beatriz Espejo y su encuentro con el Gabo, pasando por el análisis de Oswaldo Zavala de los recursos narrativos de Roberto Bolaño y un infructuoso encuentro con el pasado; la cartografía sonora de Mario Aguilar o la exploración de la memoria corporal de Yolanda A. Becerra y la búsqueda identitaria de un historiador que nos revela la entrevista a Paco Ignacio Taibo II. La inquietud por la recuperación de la memoria se hace presente en este número por varios afluentes: la psicología social y lo que deja ver la novela de no ficción, la resistencia colectiva, los lazos de madres tenaces que temen encontrar a sus hijos, la culpa por haber sobrevivido, los versos inolvidables, las mentes memoriosas, la investigación de archivo y el último recuerdo por dejar en alguien o por borrar para siempre.
Sin la capacidad de olvidar, seríamos prisioneros del pasado; pero recordar nos permite adueñarnos de nosotros mismos: una paradoja llena de vitalidad. Recordar es habitar más allá de la línea de la historia, es darle cuerda al mecanismo que impulsa el latido de la existencia.
