Banner del texto Hilos históricos, hilos de tinta de José Mariano Leyva

Los historiadores establecen hilos conductores para explicar procesos del pasado. Para que un puñado de años no aparezca como una bola de estambre llena de cabos sueltos, se tejen mejor esos hilos: políticos, sociales, culturales, generacionales. Así le damos sentido a lo que muchas veces parece absurdo.

Pero, ¿qué tal utilizar como hilo conductor algo justamente absurdo? Dejar que el sentido sea lo exagerado, lo desatinado. Un poco a partir de esta voluntad hemos ideado la sección principal de este número de la revista Biblioteca de México, que presenta el texto “Fascinantes aventuras de Súper Monsi en el País de los Cómics”, de Jorge Flores, Blumpi, del lado de una selección de imágenes que Carlos Monsiváis leyó, conoció, estudió, y que se preservan en nuestro recinto de La Ciudadela, en la Ciudad de México. No fue tarea sencilla el trabajo de Blumpi, y por varias razones: Carlos Monsiváis acumuló en vida tal cantidad de cómics que la selección era sinónimo de frustración. ¿Cómo vamos a dejar esta revista fuera? ¿Es posible no incluir a este caricaturista? El placer y la tortura de esa curaduría le tocaron a Blumpi. Creímos que por ser especialista lo mismo que caricaturista la tarea le resultaría más simple. Sin embargo, muchas veces su cara decía lo contrario. Bien a bien nunca sabremos cuánto sufrió. Por lo mismo, esta breve selección, que se vincula con la exposición virtual del mismo nombre que hemos alojado en este sitio, viene con una promesa: en cuanto podamos abrir de nueva cuenta nuestras puertas, una versión más extensa de la exposición podrá ser visitada de manera presencial en la Biblioteca de México.

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Imagen procedente de la Biblioteca Personal de Carlos Monsiváis, Biblioteca de México.

Cualquier expresión artística tiene una relación estrecha con el momento en el que es creada. No es diferente con la caricatura. Los trazos que curvan rostros y cuerpos para ridiculizar y las situaciones también fuera de proporción han servido tanto para la crítica —de gobiernos, de personajes públicos— que para la propaganda —religiosa, moral, militante—. Un buen historiador debería ver información en donde otros encuentran solo risa o rechazo. Incluso resulta interesante preguntarse qué causaba tanta risa de esa caricatura hace setenta años, por qué ese cartón fue prohibido hace veinte. Así, de manera ineludible, empezamos a hablar de la historia. De una historia que a veces no se encuentra en los documentos más tradicionales. El trabajo de recopilación ya lo hizo Monsiváis; nos toca a nosotros, ahora, profundizar en las interpretaciones del material. Trabajo en equipo, como enseñan en las escuelas.

Así, ¿qué puede significar, por ejemplo, que en el año de 1954, una editorial comenzara a crear cómics religiosos en busca del reforzamiento moral, mientras el peso comenzaba a devaluarse y el gobierno prohibía la salida de braceros ilegales a Estados Unidos? O que en 1965 mientras Kalimán aparecía en historieta, un grupo de guerrilleros asaltara un cuartel en Chihuahua mientras los médicos del país realizaban un paro de labores.

El proceso es interesante: el caricaturista observa un hecho de su época, o siente una inquietud propia de su lapso para crear un personaje. Pasa el tiempo y lo único que nos queda es esa caricatura. Esa síntesis codificada. Es hora entonces de desentrañar los motivos, las críticas o incluso los homenajes que el creador quiso hacer en su momento. De esta manera, atendemos a una selección que nos habla de la caricatura, pero también de Carlos Monsiváis, y también de la historia del siglo XX. Un trabajo que incluye la creación fantástica de los autores, el coleccionismo de una de las mentes más lúcidas de nuestro país, la curaduría de un caricaturista que sufrió y, sobre todo, la preservación de los materiales en nuestro recinto de La Ciudadela. ¡Es una ganga que se debe aprovechar!

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Imagen procedente de la Biblioteca Personal de Carlos Monsiváis, Biblioteca de México.

Finalmente, este trabajo de la revista Biblioteca de México se convierte en una serie de fragmentos codificados. Nosotros sugerimos el código para deducir esa madeja, pero la labor final de decodificación es del espectador. Lo dicho: trabajo en equipo. Bienvenidos entonces a esta selección de códigos que trenza los hilos de tinta de las caricaturas con los hilos históricos.

José Mariano Leyva