Banner del texto Un atisbo a Cada cosa es Babel de Carlos Ulises Mata

Libro casi diría que ajeno a todo contagio ideológico, Cada cosa es Babel representa en la trayectoria de Lizalde uno de sus más considerables puntos de quiebre o de inflexión entre modos poéticos y sentidos hacia los cuales dirigir su escritura que pueden observarse a lo largo de su trayectoria.1 Así, Cada cosa es Babel es en varios sentidos un libro de adquisición de madurez, o en un matiz menos discutible, de transición, entendido ese término a partir de tres aspectos distinguibles en el poema: I) el abandono que ahí practica de los rasgos más excesivos e ineficaces de la etapa anterior —obsesión por la imagen novedosa, el retorcimiento diferenciador y el desarrollo artificioso del poema—; II) la conservación de ciertos aprendizajes fundamentados en aquel lapso —apego a los rigores formales de la tradición clásica y defensa de la claridad expresiva, no tanto en el sentido de llaneza como en el de legibilidad—; y III) la incorporación de nuevas búsquedas formales y temáticas, señaladamente la preocupación por la naturaleza del lenguaje (“Pero ¿qué cosa dicen de las cosas los nombres?”), de la que derivan otras: el desentrañamiento de los nudos que atan al nombre y a la cosa (“Se ajusta el nombre al cuerpo / como pliegue labrado a la escultura / de carnes bajo seda”); la condición singular de que un sonido articulado, grito en el origen, se convierta en vehículo de todo significante (“Nombra el poeta / con un silencio ante la cosa oscura, / con un grito ante el objeto luminoso”); la multiplicidad inatrapable de los sentidos (“Mira correr la turba de tus nombres / en distintos idiomas / —cada cosa es Babel—, / como cayendo de un rostro con lengua dividida / por setenta navajas”); el umbral de lo innombrado (“La roca ya existía antes del castellano / y su nombre, roca, / no la hiere, / no la inmuta, / no la enternece, / no la erosiona, / no le arranca su música”), entre muchas otras que, ordenadas, darían al libro la impresión de un tratado sistemático.

La incorporación en su obra de ese nuevo horizonte de preocupación (de obsesión, se diría) resulta relevante al ser de ese “giro lingüístico” de donde procede la esencia analítica del largo poema unitario que es en realidad el libro.2 Esa homogénea concentración reflexiva del poema en torno al lenguaje, así como el carácter de investigación purista de ciertas esencias que en él practica (parafraseando a José Gorostiza), llevan a Lizalde a plantear una suerte de restablecimiento de su poética, que nos obliga a aceptar ahora a contrapelo de sus ideas anteriores, en una especie de presentación mejorada que asume, con claridad y sin pudor, las “equivocaciones” o desvíos de sus posturas pasadas. Distanciamiento y negación.

Imagen Eduardo Lizalde y José Mariano Leyva

Hilda Rivera, Eduardo Lizalde y José Mariano Leyva, durante la inauguración de la exposición documental en homenaje al poeta, en la Biblioteca de México, 2019. Foto de Juan Toledo, DGB.

Tal condición autocrítica y enmendatoria de Cada cosa es Babel puede detectarse, por ejemplo, en el dardo que inevitablemente Lizalde se lanza a sí mismo (al poeta que fue y que en ese aspecto busca sepultar) cuando fustiga —y se sabe incluido en el grupo— a los:

pobres poetas que encanecen intentando
romper los tímpanos de cal de una pared
a nombre del proletariado,
y otros que apenas con un gesto,
una mueca del puño,
una bandera de idéntico partido,
multiplicando por mastines gargantas de jilguero:
son coreados por todas las paredes,
seguidos por las bardas sedentarias,
batidos por las palmas
de las más mutiladas esculturas
(Nueva memoria del tigre, p. 114)

Con todo y lo significativas que son, esas alusiones “políticas” resultan excepcionales, pues se insiste que Cada cosa es Babel es un libro en el que Lizalde se aleja de toda pretensión redentorista y de adoctrinamiento y se entrega a un ejercicio homogéneo: en el poema, el poeta se mira mirar el lenguaje y exhibe su desesperación por atrapar su esencia, por asaetearlo y fijarlo aunque sea momentáneamente, mediante repetidas imágenes que buscan ser ganchos, tenazas instantáneas a ratos conducidas por el lirismo y a ratos por la más pura abstracción, pero en todos los casos dominadas por una especie de entusiasmo y de permanente impulso inquisidor, sólo en el fin recompensado, cuando llega el conocido: “Ven, cosa, yo te diré tu nombre”.

De esa manera, si antes el lenguaje no era un elemento que reclamara la atención del autor, sólo soporte o materia prima para la construcción del poema, en Cada cosa es Babel se convierte, a un tiempo, en su objetivo poético y reflexivo y en el instrumento por excelencia para efectuar ambas tareas, de creación y de pensamiento. Y no sólo eso: el lenguaje se presenta como la sustancia fundacional en que se yergue el poeta, el mar en que navega y aun puede hundirse, el espacio que aspira habitar, el orden a que debe reducir el caos de los fenómenos.

Tomado de La poesía de Eduardo Lizalde, Conaculta-Verdehalago, 2002.



1Respecto a la presencia de intenciones ideologizantes en este libro, Evodio Escalante afirma lo siguiente, sin posibilidad de que eso se pueda demostrar: “La denuncia y la propaganda, en todo caso, se interiorizan. No es que desaparezcan: se vuelven invisibles. Se mimetizan con la sustancia poética para actuar desde adentro, desde la verosimilitud del texto” (“Eduardo Lizalde o la poética de la heterogeneidad”, Literatura Mexicana, IIF-UNAM, vol. 1, núm. 1, México, 1990, p. 79).

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2Sus 1,054 versos convierten a Cada cosa es Babel —entre los escasos poemas extensos de la tradición poética mexicana— nada menos que en el más largo, frente a los 975 de Primero Sueño, de Sor Juana, los 775 de Muerte sin fin, de José Gorostiza, los 584 de Piedra de Sol, de Octavio Paz y los 222 del Canto a un Dios mineral, de Jorge Cuesta, considerando, eso sí, que los de Lizalde y Gorostiza están subdivididos en apartados, 18 y 10 respectivamente, en tanto que los otros citados, dentro de su rica homogeneidad, se leen sin interrupción o mejor dicho carecen de indicaciones que los fragmenten.

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