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Escribir en tu’un savi o mixteco, al igual que escribir en cualquier lengua de México, representa una resistencia en este país donde pareciera que sólo se reconocen el habla, el pensamiento y la escritura en español. Tenemos 68 lenguas originarias y 364 variantes. Escribir en tu’un savi es escribir desde la resistencia, decirle a un Estado —el cual trató por mucho tiempo de exterminar nuestras lenguas originarias— que varias personas buscamos visibilizar aún más nuestras lenguas y sacarlas del estatus comunitario en el que han permanecido y, sobre todo, compartir con los demás autores y lectores.

Es necesario dejar de pensar que la literatura en México sólo se escribe en español. Hay muchas otras literaturas y tantas funciones poéticas como idiomas en el mundo. México goza de la gran riqueza de tener múltiples lenguas y mundos. Al no acercarnos a otras lenguas de nuestro país nos privamos de otras formas de estructuras de pensamiento y de vida.

La mayoría de quienes escribimos en lenguas originarias lo hacemos desde el referente de nuestras comunidades, pero esto a la vez implica un camino en solitario. Es un proceso de tránsito a la memoria; estamos reinventando nuestras formas de escritura, construyendo nuestra sintaxis y gramática. Para poder escribir del dolor o del despojo de las tierras y de la lengua debemos salir un poco de nosotros mismos, de nuestra comunidad y mirar hacia afuera.

Instituciones gubernamentales y culturales se han interesado en dar espacio a las lenguas originarias de México. Sin embargo, son espacios muy marcados (por ejemplo, en el Día Internacional de la Lengua o el Día de los Pueblos Originarios) y no es un proceso consecutivo. Pareciera que si se acerca una celebración vinculada a los pueblos indígenas se les da más espacio. Miremos la cuestión del multilingüismo como algo que nos atraviesa en todo momento.

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Natalia Toledo, foto de Rogelio Cuéllar.

La Dirección de Literatura de la UNAM va a sacar por primera vez un libro en lenguas originarias: Isu ichi, un poemario mío. Hay casos como ese donde se empiezan a dar los espacios. Mi segundo libro, Tikuxi Kaa, lo publica la editorial Almadía. Son pocas las editoriales que se arriesgan a publicarnos; digo “arriesgan” porque los escritores en lenguas indígenas todavía no tenemos una comunidad lectora consolidada y llevamos poco haciendo visible nuestro trabajo. Por mucho tiempo se nos castigó por hablar, pensar y escribir en nuestras lenguas. No veo a grandes editoriales interesándose en esta literatura, ojalá llegue el momento en el que suceda. Por ahora es necesario seguir trabajando haciendo visibles nuestras lenguas en todos los espacios posibles para que las instituciones y las editoriales se den cuenta de muchas escrituras mantenidas al margen o en la periferia.

Los factores que beneficiarían a las lenguas originarias, dentro y fuera del ámbito institucional, consisten sin duda en que las políticas de pueblos originarios y lingüísticas sean transversales; es decir, poder hablar nuestras lenguas en muchos contextos, reconocernos como un país multicultural y multilingüe. A pesar de las leyes concernientes a los derechos lingüísticos, pocas son aplicables a casos reales. Pienso cuando se da literatura en la escuela, jamás se enseña la literatura de los pueblos indígenas. Desde Baja California hasta Yucatán se alfabetiza en español.

Mi proceso de traducir mis poemas del mixteco al español y del español al mixteco coincide con lo dicho por Carlos Montemayor: cuando somos nuestros propios traductores corremos un riesgo y una ventaja. La ventaja es que podemos dialogar con nosotros mismos acerca de lo que quisimos decir. Muchas veces cuando traducimos a alguien más —quizá un autor fallecido— no podemos preguntarle qué quiso decir exactamente. La desventaja es que como somos nosotros mismos a veces caemos en facilismo o creemos que hemos dejado bastante entendido lo que queríamos decir en la lengua inicial. Hoy en día no existen traductores formados en lenguas originarias en el ámbito literario. Entonces, a muchos creadores nos toca ser nuestros propios traductores. Necesitamos apostar a la crítica literaria con más niveles de calidad, a una formación de traductores literarios. He tomado cursos y diplomados de traducción con Cristina Rascón y Selma Ancira, por ejemplo. Me he dado cuenta de lo urgente de una profesionalización para traducir. Tal proceso siempre es un proceso espejo. Un poema, nazca en español o en mixteco, al pasarse a otra lengua se modifica conforme se traduce al texto de llegada. Debemos estar muy conscientes que una traducción será un acercamiento al texto; hoy por hoy es ese puente que nos permite compartir con las personas que no hablan nuestra lengua e invitarlas a acercarse a nuestro mundo.

Siempre que escribamos en cualquier lengua vamos a estar ante distintos públicos posibles: el público interesado por nuestro mensaje, que lo va a recibir de buena manera, seguirá el trabajo y querrá saber más. Ese es el público al que todos idealmente apostamos no sólo para formar nuestra comunidad de lectores, sino también porque es una puerta para que se interesen en aprender de mi lengua y mi cultura. La literatura la uso como una invitación o una puerta para llegar al conocimiento de que hay más pueblos y más lenguas en este país; uno de ellos es el mixteco. Hay otro público que incluso ve con menosprecio lo que escribimos porque lo consideran una literatura carente de calidad o de universalidad. Es un público al que también me interesa llegar porque hay que desmitificar el tema.

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Irma Pineda, foto de Rogelio Cuéllar.

He tenido la oportunidad de leer poetas de diversas nacionalidades y poetas mexicanos que escriben en zoque, mixe, zapoteco, mixteco o español y noto que cada lengua tiene su poética. Cada poeta escribe según su mundo. Mucha gente tiene prejuicios ante una lengua indígena y se relaciona con que desde pequeños no se nos ha enseñado que México piensa, habla y escribe en muchas lenguas. Es imperante trabajar contra el racismo y la discriminación presente en los círculos literarios; una forma de hacerlo es escribir con sinceridad y disciplina. Hay muchas poetas indígenas que sigo. Por ejemplo, a Mikeas Sánchez, una de las poetas zoques más reconocidas; a Natalia Toledo, poeta zapoteca; a Enriqueta Lunez, a quien admiro bastante. Las leo constantemente. Me gustan sus temáticas de erotismo, violencia y defensa de la tierra.

Es necesario pensar a la literatura mexicana no sólo como la producida en español sino pensar en la escrita en zoque, mixteco, zapoteco. En la medida de ello podemos caminar hacia una comprensión más cabal del mundo.