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El seudónimo marcó para siempre su identidad. Su nombre era Ángela Moll Madariaga. Nacida en la Ciudad de México en 1897, fue la menor de dos hijos del matrimonio del comerciante Juan Moll Ybargüen, originario de Balmaseda, Vizcaya, España, y de Laura Madariaga Leonel de Cervantes, de la ciudad de Durango y habitante de la Villa de Guadalupe Hidalgo.

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Debido a que su madre murió prematuramente y a que también perdió a su padre cuando tenía apenas diez años, Ángela quedó al cargo de sus padrinos Antonio de Juambelz y Joaquina Moll. Estudió con las hermanas del Colegio Teresiano de Mixcoac, a unas calles de la casa de sus padrinos. También recibía lecciones particulares de piano del profesor Arnulfo Azcárate. Al cumplir trece años ingresó al Conservatorio Nacional de Música para estudiar la carrera pianística, que era de seis años. Para 1912 el proceso revolucionario empezaba a generar cambios en el panorama cultural con un impacto en la población trabajadora. Se inauguraron la Escuela Nocturna para Obreras y las primeras escuelas dominicales para obreros. En el último tercio del año, un grupo de intelectuales del Ateneo de México creó la Universidad Popular, una suerte de escuela de extensión con el objetivo de acercar la cultura a los diversos grupos sociales separados de ella principalmente por razones económicas, pues se buscaba que tuvieran acceso a cursos gratuitos y conferencias sobre temas relacionados con la ciencia y el arte, así como a festivales literario-musicales y conciertos a cargo de alumnos del Conservatorio.

Con el respaldo de su profesor Manuel M. Bermejo, Ángela formó parte activa de ese grupo en 1916. Para entonces ya era una notable ejecutante de piano y participaba en los conciertos dominicales que tenían lugar en el Anfiteatro Simón Bolívar de la Escuela Nacional Preparatoria.

En la segunda década de 1900 la Universidad Popular dejó de existir, pero Ángela continuó muy cercana a las personalidades con quienes había coincidido en las actividades educativas y culturales, como el doctor Alfonso Pruneda —que ocupó la rectoría entre 1913 y 1920—, Antonio Castro Leal, Julio Jiménez Rueda, Carlos Pellicer, Javier Icaza, Enrique Fernández Ledesma, Antonio Caso y Rafael López.

Al concluir destacadamente su carrera, obtuvo una beca de estudio por un año en el Conservatorio de Moscú. A su regreso de Rusia, y tras superar una difícil situación familiar, Ángela decidió abrirse camino en la poesía como una mujer nueva: María del Mar, mostrando su gran talento e inspiración en un mundo desigual y jerárquico. A los 17 años había escrito “Ven”, su primer poema, del que dijo en una entrevista concedida en 1957 a Carlos Samayoa Lizárraga, jefe de redacción de la revista Impacto: “l[o] hice mientras un fuerte viento arrancaba el techo de mi casa…”.

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Biblioteca Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

En 1925 salió a la luz su primer libro con prosas cortas y versos, El alma desnuda. El título parece el reflejo de su renacimiento. En el tercer poema, “La Vida”, describe: “Como si fuera a morirme, ha pasado con indecible claridad por mis ojos cerrados, toda mi vida…Y sobre todo esto, el orgullo del triunfo; el sentirme más allá de las ruindades. La voz de la vida que canta como un jilguero loco por primera vez”.

La obra fue un gran éxito editorial, reseñada y ampliamente comentada de manera favorable en prestigiados medios impresos, entre ellos, Revista de Revistas y El Museo de las Letras, la sección literaria del periódico El Universal, en donde Enrique Fernández Ledesma señalaba que la obra colocaba a la autora “en el plano limítrofe de los eminentes poetas”.

Ernesto García Cabral realizó el dibujo de la portada y Rafael López incluyó el breve y muy sentido soneto “Oceánida”, que dedicó a la autora.

La breve estancia de María del Mar en Rusia y su deseo de continuar con las acciones de impacto social que llevó a cabo la Universidad Popular fueron el motivo para que decidiera formar parte del agorismo, surgido en 1929 como un movimiento de lucha social cuya obra literaria se dirigiría a las masas. Sus fundadores fueron Alfredo Álvarez García, José María Benítez, Gilberto Bosques, Solón de Mel, Alfonso Fabila, Manuel Gallardo, Álvaro García, Lil-Nahí, Rafael López, Rafael Lozano, Luis Octavio Madero, Miguel Martínez Rendón, Josué Mirlo, Pablo Moreno, Raúl Ortiz Ávila, Gustavo Ortiz Hernán, Alfredo Ortiz Vidales, Martín Paz, Héctor Pérez Martínez, Rafael Ramos Pedrueza, Jesús S. Soto, Emilio Uribe Romo, Rómulo Velasco Ceballos y la única mujer, María del Mar.

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Ilustración de Juan Madrid para el libro Luz en la muerte, María del Mar, México, Prisma, 1945. Biblioteca Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

Andrés Henestrosa me contó que los agoristas se reunieron algunas tardes en la pequeña capilla de la Concepción Cuepopan ubicada en el Centro de la Ciudad de México. Si bien no fueron miembros del grupo, los escritores Baltasar Dromundo, José Muñoz Cota y José Rubén Romero participaron en algunas de sus actividades y simpatizaron con sus ideales.

En octubre y noviembre de 1929 el Grupo Agorista presentó en la Alameda Central una exposición de poemas en gran formato, ilustrados por pintores y grabadores como Francisco Díaz de León, Jorge González Camarena, Leopoldo Méndez, Manuel Escalante, Isidoro Ocampo, Feliciano Peña y Manuel Echauri, entre otros. La intención de que se presentara en la Alameda coincidía con el propósito de que el arte y las letras estuvieran al alcance de todos, en un espacio abierto como un ágora.

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Ilustración incluida en Vida de mi muerte, de María del Mar, México, Estaciones, 1960. Biblioteca Personal Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

Para acompañar la exposición y promover la difusión de la obra del movimiento literario se realizó una publicación titulada Agorismo. Primera Exposición de Poemas 1929 con un grabado de Leopoldo Méndez en la portada.

Como señalé antes, Gilberto Bosques, reconocido mundialmente por su muy destacada trayectoria diplomática, también participó en la fundación del agorismo. Maestro, revolucionario y poeta, fue un amigo muy cercano a María del Mar, por lo que fue a él a quien le hizo llegar, de su puño y letra, el poema “Forjadores”, elegido para abrir la publicación. Se incluyeron en el libro alusivo a la exposición otros dos poemas de su autoría: “Noche” y “Acción”.

FORJADORES

Hombres lamidos por llamas tiernas,

hombres de manos firmes y cabellos incultos.

Frente a los ríos ardientes

donde el alma del hierro

calma la sed del siglo,

he sentido agrandarse mi corazón.

Y pensar que he llorado

mientras ustedes en su torre de fuego

se adornaban con soles de fuerza.

Ahora corro tras de mi sombra

para ahogarla por débil.

He despertado dentro y fuera

de mí misma.

En enero de 1930, el Grupo Agorista publicó su manifiesto, en que explicaba: “El nuestro es un grupo de acción. Intelectualidad expansiva en dirección a las masas […]. Consideramos que el Arte sólo debe tener objetivos profundamente humanos […]. Mientras existan problemas colectivos, ya sean emocionales, ideológicos o económicos, es indigna toda actitud pasiva” (Agorismo. Primera Exposición de Poemas, 1929, impreso por Talleres Gráficos de la Nación).

Ese mismo año, el agorismo dejó de contar con el respaldo económico que le otorgaba el gobierno de Emilio Portes Gil, tal vez como una estrategia para apoyar al Partido Comunista de México, PCM, y así restar poder al callismo. Como consecuencia de esta pugna y al dejar de contar con los recursos que recibía del gobierno, el movimiento se extinguió. En su breve existencia de un año y un mes, solamente alcanzó a publicar cuatro números de su órgano de difusión, la revista Vértice y sólo uno de la revista Agorismo. Algunos agoristas se unieron entonces a la revista Crisol, dirigida por Juan de Dios Bojórquez y afín al Partido Nacional Revolucionario (PNR). Otros abandonaron las letras para dedicarse a diversas disciplinas y otros más continuaron su trabajo literario, sin dejar a un lado los ideales por los que había surgido el movimiento.

Durante el gobierno interino de Emilio Portes Gil y con su apoyo, María del Mar había fundado una escuela para los niños más necesitados en la Carpa Amaro, en el lado norte de la Alameda Central. El proyecto concluyó con el fin de la gestión de Portes Gil en 1930. María del Mar siguió fiel a su vocación poética, participando activamente en las peñas literarias de la época, en las que fue muy estimada por escritores y periodistas que admiraban su particular sensibilidad.

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Ilustración de Juan Madrid para el libro Luz en la muerte, María del Mar, México, Prisma, 1945. Biblioteca Personal Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

En 1930 vio la luz su novela La corola invertida ilustrada con cinco magistrales grabados realizados por Leopoldo Méndez. La obra aborda con gran agudeza la marginación y la pobreza del pueblo mexicano.

La relación de María del Mar con las vanguardias literarias de América Latina se dio a través de colaboraciones en revistas como el Boletín Titikaka de Puno, Perú, y la revista Repertorio Americano de Costa Rica.

Ella sostuvo una amistad epistolar con Andrés Townsend Ezcurra, destacado periodista y político peruano, miembro del Partido Aprista y fundador del Parlamento Latinoamericano. En la década de los treinta, publicó tres libros de poesía erótica: Luna en zozobra, en 1934; En ti, solo distante, una edición de Miguel N. Lira, en 1937; y Cántico del amor que perdura, con grabados en madera de Francisco Díaz de León en 1939. Además, publicó una muy sentida obra en prosa, facsimilar de su manuscrito Tres cartas a Hans Castorp, el protagonista de La montaña mágica de Thomas Mann. A decir de la propia María del Mar, el personaje le causó “una impresión indefinible” por lo que desde su intimidad se dirige a él, expresándole los sentimientos que comparten: dolor, melancolía, amor, angustia, alegría, temor e inquietud.

En 1936 viajó a Bruselas para participar en el Congreso por la Paz que organizó la Sociedad de Naciones y donde Germán List Arzubide fue el orador por parte de México. En 1943, en medio de los años más intensos de la Segunda Guerra Mundial, la Editorial Prisma publicó el poemario Sombra de flor en el agua con grabados de Carlos Alvarado Lang, del que se aseguraba que “pondrá en el ánimo de sus lectores un gajo de paz, un relámpago de belleza, en esta hora de tragedia universal”.

La obra en prosa Luz en la muerte se publicó en 1945 también por la Editorial Prisma y fue ilustrada por el artista mexicano Juan Madrid. En 1951 el Partido Revolucionario Institucional (PRI) convocó a los terceros Juegos Florales de la Revolución con motivo del aniversario del Gran Movimiento Social Mexicano. El primer premio, Flor de Oro y Diploma, lo obtuvo María del Mar con la obra Canto panorámico de la Revolución que se publicó al año siguiente, con ilustraciones del artista catalán José María Giménez Botey. Trece años más tarde, Leopoldo Méndez le obsequió a María del Mar una pequeña edición especial que él preparó de la obra, en cuya portada reprodujo, a su vez, la portada de la revista Agorismo y la ilustró con algunos grabados de José Guadalupe Posada que estaban en poder del Taller de Gráfica Popular.

En otros Juegos Florales obtuvo también el primer premio. En los de Lagos de Moreno, Jalisco, con el poema Espero (1955) y de Ciudad del Carmen, Campeche, con Áreas del espanto (1960). Obtuvo el primer premio de la revista Mujeres con En la espiral del tiempo (1961). Sus siguientes poemarios aparecieron en 1957, Perfiles de gloria y Horizonte de sueños. Este último incluye “Laurel intacto”, que a decir de María del Mar era uno de sus preferidos.

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“Para el doctor Antonio Castro Leal, con el ruego de que disculpe los defectos de edición (razón por la cual no se repartió el libro), pero con la admiración y afecto de María del Mar”. Ejemplar de Luz en la muerte. Biblioteca Personal Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

En los primeros años de la década de los sesenta, publicó los sonetos Vida de mi muerte (1960), con prólogo de Elías Nandino y dibujos de Elvira Gascón; y dos obras más, Fiel trayectoria, selección poética y Atmósfera sellada (1961). A partir de 1965, tras la muerte de su compañero José María Benítez, María del Mar se mudó a la naciente Ciudad Satélite y llevó una vida retirada, lejos de los reflectores de que había gozado hasta entonces, y podría decirse que casi en una Atmósfera sellada, para utilizar el título del libro publicado cuatro años antes.

En 1966, el número 14 de Letras de ayer y de hoy, incluyó un poema de Benítez, por lo que María del Mar accedió a colaborar en la edición con tres sonetos que refieren añoranza, amargura y recuerdo: “Catorce cirios”, “Augurio” y “El dardo”. Extrañamente once años después, a la edad de 77, los editores Montaner y Simón de Barcelona publicaron el libro titulado Tu rostro derramado en un pequeñísimo formato de 9 por 12 centímetros en dos partes: “En el mundo del llanto” y “De mi octubre señero”, con poemas que reflejan el recuerdo y la añoranza del ser amado.

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“Para el poeta Alí Chumacero, con la admiración de María del Mar. Julio de 1957”. Ejemplar de Horizonte de sueños. Biblioteca Personal Alí Chumacero, Biblioteca de México.

María del Mar decía que “iba con el siglo” porque era de 1900. Algunas notas biográficas aseguran que nació en 1909 o en 1913. En el poema “Forjadores” que le entregó a Gilberto Bosques anotó: “Nací en México el 3 de junio. Tengo 25 años, pero di que tengo 23”. El año en que nació fue 1897, de acuerdo con su registro oficial.

Respecto a la fecha de su muerte no he podido encontrar información; es algo que seguiré investigando. María del Mar resume la condición femenina a través de su obra poética. Fue una mujer que se ganó un lugar tanto en la vida como en la literatura. En la vida luchó para superar todas las adversidades y lograr salir airosa; en las letras, su trabajo le abrió grandes puertas y fue admirada y elogiada por sus contemporáneos. A pesar de haber sido perfecta en el soneto y de destacar en el verso y en la prosa, lamentablemente en la actualidad es una autora que no goza de las resonancias ni del reconocimiento que han tenido otras mujeres contemporáneas suyas que también se dedicaron a las letras.

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Biblioteca Personal Antonio Castro Leal, Biblioteca de México.

Fue mi abuela; habría querido conocerla. Como su biógrafa por derecho, quiero darle en esta colaboración un renacimiento tanto a la mujer fuerte y decidida como a su prolífica e intensa obra poética, de la que Antonio Castro Leal dijo que el amor reclama siempre la parte que le corresponde al alma.

En una ocasión María del Mar declaró ante un periodista: “No creo que les interese saber más sobre mi vida. Nací para la poesía y a ella he entregado mi corazón”.