Emiliano Zapata 1919 - 2019:
La muerte del hombre que hizo nacer una idea


Un hombre, una idea, muchos ecos

José Mariano Leyva
 

La revolución campesina de Emiliano Zapata y el agrarismo constitucionalista

Anna Ribera Carbó
 

El Ejército Libertador del Sur: Motivos de incorporación

Laura Espejel López
 

Las diferentes conmemoraciones de Emiliano Zapata

Salvador Rueda Smithers
 

Mujeres, zapatismo y revolución

Selección de textos por José Mariano Leyva
 

La muerte de Zapata vista por el Ejército Libertador del Sur

Edgar Sáenz
 

Voces... Sonidos... Zapatistas

Ruth Arboleyda
 

Bibliografía

 

Fuentes documentales

 

Créditos

 
 

La revolución campesina de Emiliano Zapata y el agrarismo constitucionalista

Anna Ribera Carbó


Hace ahora cien años, en 1919, Emiliano Zapata murió a traición en la hacienda de Chinameca. Hacía tan sólo diez años, se había hecho cargo de los títulos primordiales de Anenecuilco, Villa de Ayala y Moyotepec para, poco después, recuperar las tierras ocupadas por la hacienda de Hospital.

Se incorporó al llamado revolucionario de Francisco I. Madero, quien había ofrecido en el Plan de San Luis revisar los despojos de tierras denunciados por todo el país, pero en noviembre de 1911 se separó definitivamente de éste para ponerse al frente de su propia revolución conforme al Plan de Ayala.

Se trataba de una lucha que ponía la iniciativa en manos de los campesinos y que subvertía con ello el orden establecido. Los usos y costumbres de los pueblos serían los árbitros del campo de Morelos y el Ejército Libertador del Sur, quien garantizaría la propiedad de la tierra, así como la legalidad revolucionaria.
 
Tras el golpe militar en contra de Madero, Emiliano Zapata continuó su lucha, enfrentando al gobierno usurpador de Victoriano Huerta. En los territorios que fueron quedando bajo su agraria por el centro-sur de México inspirando a los movimientos populares desde Puebla y Tlaxcala, hasta Guerrero y el Estado de México. Ahí enfrentó Victoriano Huerta su amenaza más cercana y ahí encontró la revolución constitucionalista norteña, encabezada por Venustiano Carranza, el reto más importante a su hegemonía revolucionaria.

Los revolucionarios del norte y del sur no podían ignorarse, por lo que establecieron contactos, se observaron y se comunicaron, aunque nunca lograron un acuerdo. Carranza se negó a aceptar los planteamientos del Plan de Ayala que alteraba el orden legal, en tanto que Zapata consideró siempre que solamente apegándose a él podía garantizarse la realización de una auténtica justicia agraria. Carranza no cedería jamás en términos de la autoridad del Estado, mientras que Zapata nunca haría concesiones en su forma de concebir el derecho de los pueblos a la tierra. El acuerdo nunca sería posible.
 
Pero, aunque no hubiera un acuerdo, el proyecto agrario de los zapatistas fue el espejo en el que los demás revolucionarios observaron la cuestión del campo en toda su clara definición.

Muchos dirigentes y mandos medios del constitucionalismo se fueron radicalizando y adoptando posiciones agraristas mucho más definidas.

Ello explica, por ejemplo, la ruptura de Pancho Villa con Carranza en las jornadas de la Convención de Aguascalientes, en el otoño de 1914, para unirse con los surianos. Y explica también por qué al calor de la lucha campesina de Morelos el constitucionalismo no tuvo más remedio que adoptar posturas más definidas respecto a los problemas de la tierra.

Ya fuera por conveniencia o por convicción, se convirtió en una lucha agrarista tanto por la participación campesina en sus filas, como por su programa de dotación y restitución de tierras consignado en la Ley de 6 de enero de 1915, y más tarde en el artículo 27 de la Constitución de 1917.